Silvestre Byrón on Sun, 18 Apr 2004 23:07:18 +0200 (CEST) |
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[nettime-lat] EAF - CROCE: LOS “PLACERES DE LA IMAGINACIÓN” |
EAF/Portfolio CROCE: LOS “PLACERES DE LA IMAGINACIÓN” Una descripción del arte complaciente y el juego de las sustituciones, del “como si...” –«als ob»; «come se»- de la entidad ficticia (J. Bentham), la verdad relativa (Georg Simmel), el ficcionismo (Giovanni Marchesini, Hans Vaihinger), el arte de diversión (R. G. Collingwood), la mentira convencional (Max Nordau) y la confusión, desinformación y comunicación (Paul Watzlawick), así que realidad creada por el pensamiento, contiene uno de los “Frammenti di etica” (1935) de Benedetto Croce.- Hubo un tiempo (el siglo XVIII) en que muchos estetas que estudiaban el difícil problema de dar su lugar a la fantasía en el sistema del espíritu, identificaron o confundieron los llamados “placeres de la imaginación” con el placer del arte; tanto discutieron acerca de esos placeres que hasta ofrecieron materia a muy conocidos poemas didascálicos de las literaturas inglesa y francesa. En nuestro siglo se ha renovado esa identificación y confusión mediante la teoría estética de los llamados “sentimientos aparentes”, propuestas por el semisensualista y semidieciochesco (aunque haya vivido en el siglo XIX) filósofo Kirchmann y aceptada por el no fin metafísico del Inconsciente Eduard von Hartmann. La confusión es evidente si consideramos, para decirlo con la vieja terminología filosófica, que los placeres de la imaginación se refieren a la “materia” mientras que el placer del arte se refiere a la “forma”. Traducido a la nueva terminología, lo que llamamos forma en el arte no es más que la actitud contemplativa del espíritu y lo que llamamos materia, tomada en si misma, no es sino la pasionalidad práctica: de allí que el placer sea de origen teorético y los llamados placeres de la imaginación tengan origen directamente práctico. Tan cierto es esto que de antiguo viene observándose y empleándose como argumento de asombro el hecho de que en el arte placen aun las cosas que fuera de él son repusivas y dolorosas (los animales más innobles y las carroñas de Aristóteles, «le serpent» y «le monstre odieux» de Boileau); mientras que los placeres de la imaginación sólo son posibles cuando la imagen que evocamos o componemos es agradable, es decir, cuando logramos aceptarla como instrumento de placer. No desde luego, de un placer que sea tan sólo placer, lo cual sería una abstracción, ni tampoco de un placer esencialmente uniforme, plácido o idílico, según prefiramos llamarlo, sino de un sentimiento que, por abigarrado y trabajoso que sea, se resuelva en placer; de allí las imágenes de voluptuosidad dolorosa, que llegan hasta la alegría del martirio, saboreada en la imaginación. Y ésta es la razón por la cual he repudiado siempre como edonísticas y no estéticas, como falsificadoras y contaminadoras de la estética, las teorías del contraste y la superación de lo feo, que en un tiempo fueron objeto de elaboradas sistematizaciones filosóficas y aún hoy son predilectas de vulgares estetas académicos, alemanes o de otro país. Si esas teorías describen un proceso psíquico real, describen precisamente el proceso del “placer de la imaginación” y no del “placer de la creación artística”. Y por la misma razón he repudiado la teoría de los “sentimientos aparentes”, salvo si se entienden de manera que el placer que nace de ellos provenga únicamente de la “apariencia” misma, o sea de la forma artística. En el placer de la apariencia, el actor es el hombre universal; en el placer de la materia de la apariencia, el actor es el hombre individual, con sus intereses, inclinaciones y predilecciones particulares. En el primero, placen igualmente lo sublime y lo cómico, lo dulce y lo feroz, lo austero y lo voluptuoso, cada cosa como puro espectáculo de humanidad; en el segundo, sólo place lo que se relaciona con determinadas exigencias prácticas. Es desde luego cosa obvia que en los placeres de la imaginación también pueden y suelen emplearse las imágenes del arte propiamente dicho. De allí las precauciones pedagógicas que prohiben ciertos libros y pinturas a los jóvenes y a las muchachas que, al no considerárselos en su verdad y bajo en su aspecto puramente estético, los disgregan y emplean como deleite de la imaginación, pudiendo así recibir de ellos estímulos que impidan su formación moral. Pero esto no hace más que confirmar la distinción señalada. Admitido que los placeres de la imaginación son de origen práctico, es preciso señalar el riesgo de confundirlos con las resonancias fantásticas de la actividad política, con las representaciones que aciompañan a su desarrollo y con sus visicitudes de esperanza y temores, de amor y odio. Porque lo esencial y determinante es aquí la cualidad del proceso volitivo mismo, el fin a que tiende la voluntad, y en el otro caso el fin es inmediatamente el placer y la satisfacción obtenidos por medio de la imaginación; así se explica que los llamados placeres de la imaginación no sean el sentimiento de la actividad en general sino un caso de la actividad edonística (utilitaria). Es también un error incluirlos en la clase de los juegos, porque el juego no es una actividad sino una alternancia y diversificación de las actividades mismas de la vida, cada una de las cuales puede tener, con relación a la otra, la función de alivio y reposo, o sea de juego. Los placeres de la imaginación son, en cambio, necesidades que,al no poder o no querer hallar desahogo y satisfacción en una determinada forma de la realidad, pero sin renunciar a lograr alguna satisfacción y alguna realidad y a concluir su ciclo, se satisfacen mediante las imágenes. Parecería sin duda más fácil y llano reprimirlas directamente y pasar a otra cosa, puesto que se trata de necesidades que no quieren o no pueden satisfacerse. Pero esas necesidades son tan vivas y apremiantes que reprimidas violentamente resultaría bastante incómodo y penoso, o decididamente imposible en las condiciones dadas; por eso parece más conveniente y económico dejar que cumplan ese curso en la imaginación. Encontramos una comparación que nos aclara la cuestión en los procesos morbosos del organismo, en esas enfermedades que no pueden ser dominadas en sus primeros síntomas y debemos soportar, aunque atenuándolas con drogas, hasta que se agote su fuerza y las venza poco a poco la potencia de la vida. Esos placeres no son, pues, imaginarios, supuestos y no efectivos, propuestos y no reales, sino por el contrario reales y efectivos, como lo demuestran sus indicios, que en el lenguaje común se llaman físicos y en el lenguaje filosófico dualístico, psicofísicos. Y es arbitrario atribuirles (como hacen los teóricos de los “sentimientos aparentes”, por ejemplo los ya citados Kirchmann y Hartmann) el carácter de la menor intensidad comparándolos con los reales, provoca la desilusión, la tantas veces observada y lamentada desilusión, que sigue a la llamada realización e los sueños más largamente acariciados. Sólo no siente desilusión quien sabe que el sueño (a su modo real) es sueño y produce el deleite del sueño, y que la realidad es realidad y produce el deleite, distinto, de la realidad; como aconseja el sabio poeta del Vendemmiatore, “gozando” del presente y “esperando” en el futuro, “se logra una doble dulzura”. Téngase presente que, como hemos dicho, se trata de necesidades que no pueden o «no quieren» hallar desahogo en el ámbito que se llama búsqueda de la realidad; en verdad, no es posible creer que, aunque pudieran, esos soñadores querrían realizar siempre todos sus sueños. Ni siquiera con los sueños de amor ocurre eso, pues como es sabido hay mujeres a las que nos complace amar en la imaginación y que no deseamos amar de otro modo, así como es muy frecuente el caso de quienes odian ferozmente con la imaginación y luchan, vencen, ultrajan y matan, siempre en la imaginación, a un adversario que de caer en sus manos escaparía sin el menor rasguño. A tal punto que comúnmente se advierte una especie de contraste entre lo que agrada gozar en la imaginación y lo que se persigue y se lleva a cabo en la realidad; y así hombres feroces se mecen en imágenes de paz y hombres corrompidos en imágenes de inocencia, como complemento de aquello a que han renunciado en el campo de la acción. A la inversa, hombres sin tacha ponen en los sueños lo peor de si mismos, todo lo que han arrojado de su vida y relegado allí como en un escondrijo de harapos y desechos. Hablando con rigor, ni los primeros mejoran ni los segundos empeoran de este modo, porque su voluntad subsiste inmutable; y ese proceso de imaginación está bien circunscripto como tal y se desarrolla sin interferencias con la voluntad real. No se trata tampoco de deseos nutridos o acariciados, que suponen un mérito o demérito moral, sino de una liberación de deseos. El hombre feroz o disoluto vuelve más fresco y animoso a su ferocidad y a su disolución después de haber soñado de tal suerte su sueño de virtud. Sin embargo, todos sentimos una especie de rubor al abandonarnos a los deleites de la imaginación; sobre todo experimentan este sentimiento los hombres ya madurados y mesurados por la vida, por sus necesidades y por sus deberes. En esto se distinguen de los jóvenes y especialmente de las muchachas para quienes ese trabajo de la imaginación es cuestión muy seria, un drama, una novela o una tragedia, la fuente de las desesperaciones, la fuente de los consuelos, el “ideal”, como dicen, haciendo ridícula esta palabra filosófica. Hasta los pueblos se distinguen a veces del mismo modo, y de acuerdo a esta medida se juzgan como pueblos superiores y pueblos inferiores: la inferioridad de Oriente con respecto al Occidente se basa precisamente en la excesiva complacencia del primero en los sueños y deleites imaginativos (favorecidos a veces por medios artificiales) y en el poco soñar y mucho obrar y pensar del segundo. Pero el sentimiento de verguenza se explica fácilmente si recordamos la comparación con las enfermedades y los procesos de cura que facilitan su curso: nadie está orgulloso o contento de sus propios padecimientos y desdichas ni de tener que perder tiempo en evitarlas y aliviarlas. Así se explica también el repudio motivado por quienes hacen un hábito de la enfermedad y de la cura de la enfermedad, en vez de evitar en lo posible las condiciones que llevan a veces a la necesidad de delirar en el furor o de desahogarse en fantásticos galanteos con el príncipe azul y la mujer ideal. Del mismo modo se explica el corriente juicio de inferioridad pronunciado tanto sobre pueblos como sobre individuos que urgen medios para intensificar esta vida estéril y diluyen sus propias energías en el vago imaginar, que adormece y atonta. FUENTE: Benedetto Croce. “Ética y política”. Imán. Buenos Aires, 1952. CROCE EN INTERNET lgxserver.uniba.it/lei/rassegna/croce.htm www.iiss.unina.it/fondazione/home.htm utenti.tripod.it/BCROCE/ www.unibo.it/boll900/numeri/2001-i/W-bol/Olmedo/ www.bibliopolis.it/croce.html storiafi.altervista.org/croce.htm www.cromohs.unifi.it/8_2003/carrattieri_crCroce.html digilander.libero.it/angelini/benedetto_croce.html www.romacivica.net/anpiroma/antifascismo/biografie%20antifascisti41.html www.societaperta.it/testimoni/croce/indice.htm - www.dentronapoli.it/Filosofi/croce_benedetto.htm www.girodivite.it/antenati/xx2sec/_croceb.htm www.polistampa.com/asp/sl.asp?id=1852 www.filosofico.net/croce.htm www.filosofia.it/pagine/filosofi/Croce_bibliografia.htmwww.pds.it/parlamento/buvette0503.htm www.gransito.com/Cronologia/Storia/benedetto_croce_bio.html www.rtsi.ch/prog/Rete2/welcome.cfm?mpg=4515 www.riflessioni.it/enciclopedia/croce.htm www.bnnonline.it/news/croce.htm EAF/2004.- http://www.geocities.com/eaf_underground http://www.geocities.com/eaf_iniciacion ------------ Los mejores usados y las más tentadoras ofertas de 0km están en Yahoo! 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