inventivasocial on Mon, 2 Feb 2004 01:15:34 +0100 (CET)


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[nettime-lat] PARA VOLVER A LA HISTORIA


 
1.Para volver a la  Historia*


En  la alcantarilla no hay una rosa, ni un samovar ni la memoria de una estrella, ni siquiera un mantel a cuadros. Hay sólo un reloj descuartizado, brillante e inútil; como es inútil el tiempo cuando se estanca. Recordé  en Berlín un lugar de un frío  despojado e inmenso.
Descampado desierto de muros caídos , donde gente como fantasmas vendía  despojos del Ejército Rojo, relojes.
El viento infiltraba frío sobre la piel sin piedad  ,sin construcciones, sin el amparo de los bares de Praga con su promesa caliente de café, sin láminas ni representaciones .
Los objetos que se vendían estaban deshistorizados, no eran.
En mi casa encontré uno de esos relojes  sin desalmar entrelazado con un collar vienes y otros de semillas americanas. No hay que pulverizar la mirada en éste como con el reloj muerto. Él había consentido relaciones hasta promiscuas pero siempre fructíferas, se cruzaba en el tiempo con el
collar , ¿Viena  vals o  diván ? Se mecía en las orillas de un gran lago guatemalteco o intimaba en el maravilloso mar de México con gentes de pocas palabras y muchos saberes para la sobrevida.
Pienso en los primeros relojes del Ejército Rojo, anteriores al destierro de Trosky y en el país surrealista donde se amparó, tan Bretón , tan Khalo , tan hermoso de pájaros mitológicos que copulan y ofrecen refugio a los perseguidos. País de indios de pies como una gran herida desnuda. De poetas con pasamontañas y puertos para el deseo escondido de una luz azul.
Le pido a sus dioses mayas y múltiples, que me alivien del frío del tiempo muerto en la alcantarilla y de la desprotección de haber estado en invierno en el cruce sin cantos ni cuentos de las grandes avenidas vacías de Berlín donde antes desfilaban los nazis y después unas pobres gentes
descuartizaron deshechos de la historia.

* de Cristina Villanueva. pluma@velocom.com.ar

 
2. El intelectual de derechas*

*Subcomandante Marcos
Manière de voir-Le Monde diplomatique 

Traducción para Rebelión de Simón Royo 

La globalización ha sido posible mediante dos revoluciones: la tecnológica y la informática. Y es dirigida por el poder financiero. De la mano, la tecnología y la informática (y con ellas el capital financiero) han hecho desaparecer las distancias y han roto las fronteras. Y hoy es posible tener información sobre cualquier parte del mundo en cualquier momento. El dinero tiene ahora el don de la ubicuidad, va y viene en forma vertiginosa, como si estuviera en todas partes al mismo tiempo. Y es más, el dinero otorga una nueva forma al mundo, la forma de un mercado, de un mega-mercado.

Sin embargo, a pesar de la «globalización» del planeta, o más bien precisamente a causa de ella, la homogeneidad está muy lejos de ser la característica principal del planeta. El mundo es un archipiélago, un rompecabezas en el que cada pieza se convierte en otros rompecabezas, por lo que, finalmente, lo único realmente globalizado es lo heterogéneo.

Por lo que respecta a los intelectuales hay que preguntarse qué posición tienen ante las consecuencias de la globalización. En resumen, ¿cómo se insertan en la globalización fragmentada? 

El intelectual critica el inmobilismo, reclama el cambio, el progreso. Siempre se encontrará inmerso en una sociedad atravesada de enfrentamientos múltiples y dividida entre aquellos que utilizan el poder para que las cosas no cambien, y aquellos que luchan por el cambio. Es aquí donde el intelectual opta, elige, escoge entre su función intelectual y la función que le proponen los actores sociales. Y aparece igualmente aquí la división (y la lucha) entre intelectuales progresistas y reaccionarios. El intelectual reaccionario «olvida» su función intelectual, renuncia a la reflexión crítica, y su memoria se recorta de tal modo que no hay ya pasado ni futuro, el presente y lo inmediato es lo único accesible, a su juicio, y por tanto, indiscutibles.

La crítica del intelectual de izquierdas se ejerce fundamentalmente contra el poder hegemónico: el de los señores del dinero y el de quienes le sirven.

En el principio, los grandes intelectuales de la derecha fueron progresistas. Y hablo de los gigantes, no de los enanos. Octavio Paz, el más grande intelectual de derechas de los últimos años en México, declaró: «Vengo de eso que llamamos pensamiento de izquierda. Fue algo muy importante en mi formación. Pero ahora no sé... lo único que sé es que mis diálogos -a veces mis discusiones- han tenido lugar con ellos. No tengo gran cosa que decir a los demás». (Braulio Peralta. El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz. Ed.Grijalbo. México, 1996). El intelectual progresista se convierte en objeto y objetivo del poder dominante. Objeto a comprar y objetivo a destruir. El intelectual progresista «nace» en medio de este ambiente de seducción persecutoria. Algunos se resisten y defienden (casi siempre en solitario; la solidaridad no parece ser la característica del intelectual progresista), pero los otros, persuadidos de que la globalización es «inevitable», buscan entre su bagaje intelectual y siempre encuentran alguna razón para legitimar al poder. El sistema les ofrece un cómodo sillón (a veces bajo la forma de una subvención, de un puesto, de un premio o de algún privilegio) a la derecha del Príncipe ayer tan criticado.

«Lo inevitable» tiene nombre: «pensamiento único» -ya sea como fin de la historia, omnipresencia e omnipotencia del dinero, reemplazo de la política por la policía, el presente como único futuro posible, racionalización de la desigualdad social, justificación de la sobreexplotación de los seres humanos y de los recursos naturales, racismo, intolerancia, guerra.

El intelectual de derechas (y ex de izquierda) comprende que ser «moderno» significa cumplir la consigna: ¡adaptaos o perded vuestros privilegios! 

No es necesario que el intelectual de derechas sea original, se limita a seguir el pensamiento único. Es un pensamiento que tiene sus principales «Fuentes» en el Banco Mundial, en el Fondo Monetario Internacional, en la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico, en la Organización Mundial de Comercio, «que, mediante su financiación, enrolan al servicio de sus ideas a través de todo el planeta a numerosos centros de investigación, universidades y fundaciones, los cuales, a su vez, perfilan y difunden la buena nueva» (Ignacio Ramonet, La pensée unique. Le Monde diplomatique, janvier 1995).

Lejos de la reflexión, del pensamiento crítico, los intelectuales de derecha se convierten en ecos de los mensajes publicitarios que inundan el mega-mercado de la globalización fragmentada. Adquieren nuevas «virtudes»: una audaz cobardía y una profunda banalidad. Ambas brillan en sus «análisis» del presente globalizado y en su revisionismo del pasado histórico. Las torres de cristal blindado de la hegemonía del dinero les protege. La derecha intelectual es particularmente sectaria y beneficiaria del respaldo de ciertos medios de comunicación y de ciertos gobiernos. Hacerse meritorio de los favores del Príncipe no es fácil, hay que renunciar a la imaginación crítica y a la autocrítica, a la inteligencia, a la argumentación, a la reflexión, y optar por el nuevo dogma: la teología neoliberal.

La globalización se vende como el mejor de los mundos posibles, pero puesto que carece de ejemplos concretos de sus ventajas para la humanidad, tiene que recurrir a la fe y a los dogmas neoliberales. Los teólogos neoliberales denuncian entonces y persiguen a los «herejes», a los «mensajeros del mal», es decir, a los intelectuales de izquierdas. ¿Y qué mejor forma que acusarlos de «mesianismo»? De «mesianismo trasnochado». Motivado por cuestionar un presente lleno de libertades, donde cualquiera puede decidir qué compra, sean artículos de primera necesidad, ideologías o programas políticos.

Pero paradoja no perdona. Si es que existe un mesianismo, es el de la derecha intelectual: «El Gran Circo de Intelectuales Neoliberales Químicamente Puros o Ex Marxistas Arrepentidos o la Trilateral pueden ser mesiánicos cuando prefiguran la fatalidad de un universo basado en la verdad única, el mercado único y el ejército gendarme único vigilando el flash que acompaña la foto final de la Historia tomada ante los mejores paisajes de las mejores sociedades abiertas» (Manuel Vázquez Montalbán, Panfleto desde el planeta de los simios. Ed.Drakontos. Barcelona, 1995).

En la globalización fragmentada, las sociedades son fundamentalmente sociedades mediáticas. Los media son el gran espejo, no de lo que una sociedad es, sino de lo que debe aparentar ser. Plena de tautologías y evidencias, la sociedad mediática es avara en razones y argumentos. Para ella repetir es demostrar. Y esas son las imágenes que se repiten, como ésas imágenes grises de la pantalla global. ¿Cuándo se ha visto que lo visible era igual a lo verdadero? Esos son los «efectos especiales» de la pantalla global. El mundo entero y el saber universal están ahora a la mano de cualquiera con una televisión o un ordenador portátil.

Si quiere recibir legitimación social, el nuevo intelectual de derecha tiene que desempeñar su función en la era visual; optar por lo directo e inmediato; pasar del signo a la imagen y de la reflexión al comentario televisivo. Si en el hipermercado de la globalización, el Estado-Nación se define como una empresa, los gobernantes como gerentes de la sociedad y los ejércitos y los policías como cuerpos de vigilancia, entonces la derecha intelectual se redefinirá como área de Relaciones Públicas.

En otras palabras, a la hora de la globalización, los intelectuales de derecha son «multiusos»: sepultureros del análisis crítico y la reflexión, malabaristas con las ruedas de molino de la teología neoliberal, apuntadores de gobiernos que olvidan el «script», comentaristas de lo evidente, defensores de soldados y policías, árbitros que dicen lo «verdadero» o lo «falso» según su conveniencia, guardaespaldas teóricos del Príncipe, y presentadores de una «nueva historia». El Príncipe ha dado sus órdenes: «¡Atacadles! ¡Yo proveeré al ejército de armas y de mass-medias; vosotros de ideas!».

Umberto Eco, en un texto titulado «el fascismo eterno» (incluido en: Umberto Eco, Cinq questions de morale. Grasset, Paris, 2000), proporciona ciertas claves para comprender que el fascismo permanezca latente. Tras advertirnos que el fascismo fue una forma de totalitarismo difuso, define algunas de sus características: rechazo al avance del saber, irracionalismo, criminalización de la cultura, miedo a la diferencia, racismo, frustración individual o social, xenofobia, elitismo aristocrático, machismo, sacrificio individual para el beneficio de la causa, populismo cualitativo difundido por la televisión, «neo-lengua» (con léxico pobre y sintaxis elemental). Estos son los valores que defienden los intelectuales de derecha: «Acaso, hoy casi como ayer, ¿no se está utilizando el cansancio democrático, la náusea ante la nada, el desconcierto ante el desorden como aval de una nueva situación histórica de excepción que requiere un nuevo autoritarismo persuasivo, unificador de la ciudadanía en clientes y consumidores de un sistema, un mercado, una represión centralizada?» (Manuel Vázquez Montalbán, op cit.).

La tarea de los pensadores progresistas, que son los de la esperanza escéptica, no es nada fácil. En su labor intelectual se han dado cuenta del malfuncionamiento de muchas cosas y, nobleza obliga, deben revelarlo, desmontarlo, denunciarlo, comunicarlo. Pero para hacerlo, deben enfrentarse con la teología neoliberal, y detrás de ella, con los mass media, los bancos, las grandes multinacionales, los ejércitos y las policías.

Y tienen que afrontar todo esto en plena era visual. Esa es su mayor desventaja. Pues han de enfrentarse al poder de la imagen con un único recurso, el de la palabra. Su escepticismo frente a lo evidente les ha permitido descubrir la farsa. Y armados con el mismo escepticismo, en sus análisis críticos se dedican a desmontar, conceptualmente, la maquina de bellezas virtuales y miserias reales.

Artículo traducido del francés: Manière de voir 72. Le Nouveau Capitalisme. Le Monde diplomatique, décembre 2003-janvier 2004 (Bimestriel):

«L'intellectuel de droite», pp.29-30, Par le Sous-Commandant Marcos.

N.T. El presente texto se encuentra incluido en el mucho más largo artículo del Subcomandante Marcos, de abril de 2000, titulado: «¡Oximoron! (La derecha intelectual y el fascismo liberal)». (Accesible a través de Internet). Por lo que puede considerarse el que presentamos como un resumen del mismo.

No obstante, hemos encontrado preferible traducir lo publicado en Le Monde diplomatique que reproducir las partes coincidentes del artículo anterior que hemos mencionado.

*fuente: www.rebelion.org
-noticia enviada por Jorge Daffra jdaffra@infovia.com.ar



3.La bancarrota de la "izquierda" y sus intelectuales*

*Heinz Dieterich
Rebelión 


Si George Orwell volviera a escribir su sátira Rebelión en la Granja (Animal Farm), sobre el régimen stalinista, pero usando como tópico la situación de la izquierda contemporánea y sus intelectuales, diagnosticaría probablemente que los especimenes dominantes no son los cerdos y los perros, sino los topos y las gallinas.

De hecho, una extraña moda intelectual se ha apoderado de una gran parte de la clase pensante global y de los líderes de izquierda, que los hace columpiarse con alegre frivolidad entre posiciones de un crudo empirismo decimonónico y las falacias del posmodernismo reciente, enriquecidos con añejas fórmulas anarquoides y poses de un falso escepticismo agnóstico.

La esencia de esa moda es la supuesta imposibilidad de discernir una alternativa sistémica a la barbarie del capitalismo actual. Inviable el presente, indescifrable (aun) la sociedad postcapitalista del futuro, los foros públicos de intelectuales, líderes políticos y sindicales a nivel nacional, regional y mundiales, se convierten en el equivalente funcional del Muro de las Lamentaciones, que sirve como caja de resonancia a los cantos lúgubres de los protagonistas estelares.

La incapacidad de hablar congruentemente del futuro social y organizar las masas en torno a él, es, por supuesto, objetiva. La ceguera de los, por otra parte, siempre visionarios intelectuales de izquierda y centroizquierda, no es subjetiva. Por lo tanto, un mea culpa no viene al caso. Se quisiera ser un buen intelectual anticapitalista, pero la mala realidad no lo permite.

El deseo subjetivo de transformación ---porque nadie con ética puede ser cómplice de la barbarie actual--- no se empareja con el paradigma postcapitalista, porque la pobre epistemología científica no da para tanto. La esfinge se ha quedado sin respuestas. Nada en esta performance escenificada se acerca a la honestidad del Edipo. Todo es pose del bufón teatral.

A la pregunta sobre las características que tendría la alternativa al neoliberalismo que la docta ignorancia supuestamente está buscando sin encontrarla, la respuesta es: "No lo tenemos claro. Nosotros supimos resistir al neoliberalismo, pero no somos capaces, hasta ahora, de saber cómo se sale de este modelo. Sabemos lo que no queremos." La modestia del pluralis majestatis feudal, la regia sustitución del yo por el nosotros, viene al caso. Lo que yo no sé, nadie lo sabe.

Plantear que la única alternativa al caos neoliberal es el socialismo del siglo XXI, son "ampulosidades grandilocuentes", dijo otro protagonista de la Granja Global en uno de los Foros de Porto Alegre, el cual, recalcó no es "un foro para un retorno al pasado... No puedo decir cuál es la opción viable y creo que ni aquí ni en Davos lo sabemos", pero es "demasiado pronto para formar un programa único de acción".

El movimiento altermundista es un arma que debe ser "afilado" contra el nuevo imperialismo se afirmó en el Foro Social Mundial de Mumbai. Sin embargo, en la horizontalidad del evento no se concretizó la necesaria configuración paradigmática antisistémica, sino todo quedó parcializado en propuestas keynesianas, posibles protestas contra corporaciones particulares beneficiadas por la invasión a Irak, la secularidad de la esfera pública, la opresión de la mujer, la dignidad multicultural, la preservación ecológica y el regreso al socialismo del pasado, entre otros.

Es obvio que todos esos tópicos son importantes, pero es igualmente evidente que su dispersión hará imposible las soluciones globales y los cambios cualitativos del sistema, que aliviarían la calidad de vida de las mayorías.

Desde la India a Brasil, Rusia y Alemania, la situación es la misma. El más talentoso crítico anticapitalista de la República Federal de Alemania, Robert Kurz, después de examinar a lo largo de ochocientas páginas el sistema en su obra, El libro negro del capitalismo. Canto fúnebre a la economía de mercado, llega a la conclusión de que es probable que no vaya a haber un "nuevo movimiento de emancipación social".

La opción de praxis crítica en este caso sería entonces, una "cultura de la denegación" (Verweigerung) y la conversión del ciudadano crítico en "emigrante dentro de su propio país". Es decir, una emigración del sujeto hacia su interior. Resume Kurz, resignado, su análisis, desplegando una bandera del romanticismo libertario alemán del siglo XVIII (sic): "las ideas son libres, aunque sea lo único libre que queda".

La perspectiva del más agudo analista antisistémico alemán es el regreso a la perspectiva de la Escuela de Frankfurt en su fase de resignación ante la férrea y, al parecer, indestructible fuerza y brutalidad de la civilización del capital, en los años sesenta, tal como la expresan Theodor W. Adorno en su Dialéctica Negativa y Herbert Marcuse en El hombre unidimensional. Ante la pronosticada invencibilidad del sistema solo queda el recurso del demócrata alemán ante el nacionalsocialismo: "la emigración interna", la denegación y el sabotaje al sistema.

El actual dilema de la izquierda y sus intelectuales resulta, en términos generales, de tres elementos. El primer factor es una falta de conocimiento de la epistemología y metodología científica. La gran mayoría de los intelectuales renombrados y cuadros dirigentes recibieron su formación intelectual en las ciencias sociales, abogacía, periodismo, filosofía, filología o literatura que, sin excepción, favorecen el pensamiento ensayístico en detrimento del rigor analítico del protocolo científico y que, además, se destacan, por lo general, de una desligación completa de las ciencias de la naturaleza.

A ese iliteratismo epistemológico-metodológico se une una posición de clase privilegiada, que se deriva de su posición social que es muy diferente a la situación de las bases sociales. Ese obrerismo aristocrático, ya analizado por Friedrich Engels, y las prebendas de los intelectuales, generan en la mayoría de los casos, la tendencia de priorizar el mantenimiento del status quo, sobre la promoción decidida de un proyecto histórico antisistémico, que invariablemente será sancionado por el sistema y que hace imposible la coexistencia pacífica con los amos del capital.

El tercer factor del dilema es la estructura oligopólica del mercado de las ideas y de las innovaciones teóricas, en el segmento de la crítica moderada (centroizquierda) y su segmento marginal, anticapitalista. Ese mercado está dominado por unos cuantos grandes periódicos, portales de internet, editoriales, partidos políticos, Estados progresistas, movimientos sociales e intelectuales orgánicos colectivos e individuales que operan el mercado como los Chief Executive Officers (CEO) operan sus corporaciones transnacionales.

Iliteratísmo científico, economía política del liderazgo partidista, sindical, intelectual y de grupos de presión, así como la estructura oligopólica de la esfera de circulación (mercado) de las ideas, producen, por una parte, la pose del agnosticismo escéptico, y por otra, las falsas disyuntivas de transformación del sistema.

Un ejemplo de esos falsos dilemas de liberación ha sido expresado recientemente de la siguiente manera. La izquierda ganaría más si emprendiera un estudio paciente de "las complejas y contradictorias realidades de las luchas nacionales y de clase, en vez de embarcarse en grandiosas profecías globales de largo plazo, desvinculadas de los movimientos populares".

La contraposición del conocimiento empírico de la realidad de lucha a los grandes paradigmas de interpretación, representa un enfoque que corresponde a los niveles de conocimiento epistemológico del siglo XVII, no del siglo XXI. Tomarlo en serio, nos condenaría a navegar entre la Escila del empirismo precientífico y la Caribdis del postmodernismo.

La proposición es sin mérito, por dos razones. Desde hace algún tiempo sabemos ya que las inferencias inductivas o la generalización de las inducciones no pueden aprehender la lógica de los sistemas dinámicos complejos, como son la sociedad global, los bloques regionales de poder y los Estados nacionales. Es por eso, que la idea de elaborar la solución nacional, regional o global al problema capitalista, al estilo de las matriuskas rusa, es apriori equivocada.

El segundo polo de la supuesta contradicción, la prescripción de no caer en "grandiosas profecías globales de largo plazo", nos regresa bruscamente a la ideología de los "metarelatos" del posmodernismo burgués.

La alternativa real para el cambio no se encuentra ni en el empirismo populista de los topos, que pretenden que la oreja, que registra el pulso del pueblo, entregará las terapias de curación, ni en la especulación utópica.

La alternativa real se encuentra en el procesamiento de la información empírica de los procesos sociales, recabada en contacto directo con las luchas de la gente y sus movimientos de base, dentro del paradigma científico universal del socialismo del siglo XXI, y adecuado regional y nacionalmente en los programas de transición para América Latina, Europa-Norteamérica, Asia y Afríca, y los programas nacionales respectivos; todo esto, en un diálogo constante de aprendizaje mutuo entre ambos sujetos de la transformación.

Si se recorre la cortina de humo de la coquetería agnóstica y de las falacias metodológicas de los líderes e intelectuales de izquierda, la tarea anticapitalista --- que supuestamente no se puede abordar aun--- pierde todas sus pretendidas incógnitas y se evidencia con absoluta claridad.

Ser revolucionario siempre ha significado cumplir con tres requisitos: a) tener un Proyecto Histórico que demuestre la posibilidad objetiva de sustituir las instituciones del régimen establecido con una institucionalidad cualitativamente diferente; b) tener un programa de transición que lleve progresivamente a la negación del régimen establecido y, c) tener una praxis congruente con ese Nuevo Proyecto Histórico (NPH) revolucionario, es decir, actuar en conformidad con el NPH en lo teórico, práctico y ético.

Dado, que toda persona con sentido común entiende que la institucionalidad de la civilización capitalista se sustenta en tres subsistemas básicos ---la economía nacional de mercado, la democracia formal-plutocrática y el Estado de clase--- toda persona con sentido común entiende también, que ser revolucionario en el año 2004, en cuanto a su primer requisito, significa tener o estar elaborando un proyecto histórico de sustitución de esa institucionalidad trifacética burguesa, por la de la democracia participativa postcapitalista.

Esa nueva institucionalidad postcapitalista tampoco es un enigma, pese a lo que los oráculos intelectuales del establishment de "izquierda" pretenden hacerle creer a la gente y, particularmente, a la juventud. La Gestalt de la nueva institucionalidad, es decir, sus contenidos y formas, han sido identificados ya de manera científica. Se trata de la economía de equivalencias, basada en el valor; de la democracia plebiscitaria-representativa universal y del Estado como ente que "manda obedeciendo" a la volonté genérale (voluntad de todos).

Si la tarea actual de todo individuo anticapitalista es, por lo tanto, absolutamente clara: ¿Por qué "la izquierda" y sus intelectuales no la encaran? ¿Por qué repiten en foro tras foro la misma letanía sobre la maldad del neoliberalismo y se contentan con sus ritualizadas propuestas terapeúticas inspiradas en Keynes, Tobin y Stiglitz? ¿Por qué no convierten la realidad capitalista en objeto de transformación antisistémica, en lugar de mantenerla como muro de lamentaciones? El caso de los topos es muy claro. Muchas veces su anticapitalismo es genuino, pero su falta de formación científica los convierte en predicadores de un arma sin filo. Hay otro grupo de personas subjetivamente honestas que sufren una variante de la ceguera de los topos, al haberse quedado estancados en la teoría del conocimiento objetivo decimonónico.

La solución al problema de la "filosofía de la praxis" del siglo XXI es, para ellos, el estudio de las obras completas de Marx/Engels, Lenin, Rosa Luxemburg y, eventualmente, Leon Trotsky. Esa pretensión sería comparable a una estrategia de investigación en la física y biología contemporánea, que abandona a Einstein para regresar a Newton, y a Crick y Watson, para retornar a Darwin, para resolver los problemas de la actualidad.

Las gallinas, a su vez, son los especimenes más despreciables en la Granja de los Animales. Fingen dificultades objetivas que no existen, para encubrir sus intereses reales y mantener su discurso pseudoradical, adecuado a las necesidades de los dueños de la Granja Global.

Es tiempo que los demás habitantes de la Granja vuelvan en pensar en la rebelión. El primer paso consiste en recorrer el velo con el cual las gallinas y los topos confunden los caminos que llevan hacia los perros y cerdos que dominan a la granja. El segundo reside en la destrucción de la fortaleza que han levantado. 

Y el tercero y definitivo radica en la construcción de la nueva sociedad en la cual el lema de las bestias dominantes: "Todos los animales son iguales. Algunos son más iguales que otros", no será más que la memoria de un terrible pasado. 

*fuente: www,rebelion.org
Noticia enviada por Jorge Daffra. jdaffra@infovia.com.ar


4. Marlene, la paz y el coimero*

*Por Osvaldo Bayer

 Apenas hace dos días una brisa fresca me alegró el corazón y me abrió bien grandes los ojos: sí, sí, el 29 de enero se cumplieron 75 años de la aparición de Sin novedad en el frente el libro de Erich María Remarque. El libro esencialmente de la paz, el libro que enseñó al mundo a odiar por
siempre a la guerra, a las armas, a los uniformes, a las voces de mando.
Erich María Remarque, un héroe de los pueblos, que había sido soldado en la Primera Guerra Mundial, había contado los horrores, las miserias, las cobardías, la irracionalidad, la estupidez de las batallas. Una guerra que les había quitado la vida a millones de jóvenes, que les había cercenado las piernas, que los había dejado ciegos, que les había quitado la alegría. La
tristeza profunda del escritor cuando cuenta el olor a podrido de las trincheras, el cuerpo destrozado de los soldaditos de 17 años, las piernas arrancadas, los vientres abiertos, las caras sin ojos. Los curas que bendicen los gritos horribles de los heridos al morir, en vez de reunirse
todos con sus cruces en el propio frente e impedir la guerra.
El escritor Erich María Remarque que describió el miedo de los jóvenes ante el ruido de la ametralladora que se acerca, el dolor cuando la ráfaga le entra en el vientre y sólo le quedan segundos para pensar en el ser femenino que lo esperaba, sí, Erich María Remarque tendría que tener un monumento en cada ciudad. El hombre que sintió el dolor que significa morir por nada. No, pero nosotros tenemos reservados el lugar céntrico para monumentos del general Roca, el genocida de los habitantes libres de las pampas libres.
¿Remarque? No lo conozco. Roca, sí el héroe de la campaña del desierto.
Estanciero y general. De la estirpe de Ramón Falcón, Uriburu, Onganía, Videla. Viva la Patria. A Erich María Remarque, Hitler le quemó todos los libros y le asesinó a su hermana, a su querida hermana Elfriede. Pero no pudo destruir nunca a esa joya de la literatura humana llamada Sin novedad en el frente, a pesar de todos los nazis, fascistas y franquistas del mundo.
Se vendieron millones de ejemplares. Fue traducida a la mayoría de las lenguas. En la Argentina lo editó la editorial Claridad, ejemplo de conducta y grandeza en la edición de libros de la dignidad y el humanismo.
Un libro que tendríamos que volver a leer todos. En tiempos de Bush que bombardea viviendas en Irak y Afganistán y siempre mata niños. Roca. Bush. ¿Le haremos un monumento?
Después de la brisa fresca que me alegró el corazón, leo que se van a destruir las picanas eléctricas que existen en nuestras cárceles. ¿Cómo? ¿Es un chiste? No, lo reconocen las autoridades oficiales. ¿Pero qué, somos cínicos o tenemos perversos en nuestra vida social? Se nos dice que vivimos en democracia y a una mujer de las humilladas le pegan un tiro en la nuca
porque denunció que la policía les cobra coimas.
Bien, en una estadística reciente de Alemania donde le preguntan al pueblo cuál es la institución en la que todavía creen el 81 por ciento respondió: la policía. Parece un chiste alemán. Pero es cierto, lo que ocurre es que en mayo de 1945 a la policía alemana le quitaron todas las picanas eléctricas.
Pero en diciembre de 1983 no pasó lo mismo con la policía argentina, la siguieron usando hasta ahora. Y no sólo la picana.
Pero claro, no es todo oro lo que reluce. Aquí, en Alemania, la moralidad está bien baja, en las esferas del dinero. ¿Y si no, cómo se puede explicar lo de la venta de la empresa germana Mannesmann a la inglesa Vodafone? Se trabajó de tal manera que se pagaron fuertísimas coimas, perdón, comisiones, a los altos dirigentes empresariales. Al presidente de la empresa, Klaus
Esser, se le dieron 60 millones de euros (que valen más que el dólar) y una pensión de 12 mil euros por mes, como coima, para que facilitara la venta.
El se ha defendido ante las acusaciones diciendo que él ha cumplido con su vocación, el comercio, y que no ha sido nada más que una forma de comerciar entre pérdidas para algunos, y ganancias para otros. Los otros directivos, entre ellos Ackermann, del Deutsche Bank, tuvo los mismos argumentos e hizo con los dedos la V de la victoria y reía con toda la boca como diciéndole a
la gente que estaba en el juzgado: "Gané, estoy en el juego de la globalización, y ¿qué, ahora me voy a arrepentir?" El más complicado de todos es el representante obrero en el directorio, el metalúrgico Klaus Zwickel, que si bien no dio el sí a la venta, se abstuvo, y con esa abstención ganó Vodafone. El representante sindical alemán podía integrar la junta de los Gordos de la CGT argentina, no hay ninguna diferencia. Claro, ahora el problema lo tiene la Justicia porque, dentro del sistema globalizado, una venta así ¿no es acaso negocio?, ¿no se aplican las reglas de juego que rigen en todo el mundo? Fue una operación comercial, con coimas, sí, pero comercial al fin. Bien, cómo explican esto los maestros a los alumnos, dónde queda la palabra moral. El ex presidente de la Mannesmann, Dr. Esser, se gana en pocos minutos millones de euros, mientras
que a los viejos internados en hogares de ancianos se les suben los precios de los medicamentos y de atención médica (porque es una regla del sistema globalizado: las cosas cada vez andan peor). Muy bien, sí, la policía anda bien, ¿pero qué pasa si un desocupado le grita ladrón a Klaus Esser y le tira una piedra?: lo llevan preso al desocupado y no al que no le caben ya los billetes en el bolsillo por realizar "una operación comercial".
Es increíble la capacidad que tiene el capital para inventar lugares neutrales a fin de aumentar las ganancias de los capitanes de la industria o el comercio. Está el caso en Alemania del administrador de la Central para Desocupados, Florian Gester. (Ahora esas oficinas tienen un nombre más adecuado: "Agencia de ocupaciones".) Bien, a Gester se lo acusó de manejarse
con demasiados "consejeros privados". Por ejemplo, cuando se presenta un problema no se trata de resolverlo con funcionarios que trabajan allí sino que se recurre a "empresas asesoras", consultings. Se firma un contrato y se esperan los "consejos". Claro, ahí puede producirse la ocasión: se contrata a quien más "comisión" ofrece. En gran parte, estas empresas asesoras son
nada más que una junta de personas que mantienen relaciones con funcionarios ministeriales conocidos o con gerentes empresarios. En el mundo de los negocios, ¿es esto inmoral? ¿O es la manera de que toda la gran maquinaria funcione? ¿Se puede estar globalizado con una estricta honestidad? No, la honestidad no tiene grandes horizontes para actuar en estos mercados. La
policía sí dirige bien el tránsito, trata bien a los borrachos y le cobra multas a quien escupe en el piso. Para eso está. Pero, para los grandes negocios, grandes libertades, que vuele la imaginación. Klaus Esser es un nombre con imaginación, que goce pues ahora de sus sesenta millones de euros.

Erich María Remarque comprobó su gran derrota cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, más mortífera, más perversa, más cruel que la Primera. Como antes, millones de jóvenes fueron a perder lo más sagrado, la vida, vestidos en uniformes. Erich María Remarque para olvidar ese nuevo y desgarrante dolor debe haber pensado en los queridos años en los que vivió junto a
Marlene Dietrich, el amor en la intimidad. Por lo menos aquellas caricias y aquellas canciones en el oído. Un placer que el gerente Klaus Esser no va a poder gozar a pesar de sus 60 millones de euros.

*publicado en la edición del diario Página/12 del 31-1-04. www.pagina12.com.ar




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