nalleli on Sun, 5 Jan 2003 08:32:01 +0100 (CET)


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[nettime-lat] © CNI en Línea.- Por Ciro Gómez Leyva


© CNI en Línea.- Por Ciro Gómez Leyva

Ésta es una carta abierta al Presidente de la República. Tiene copia para
todos aquellos que se oponen al encumbramiento del gangsterismo en México



Vamos a suponer por un momento, señor presidente, algo que no ha ocurrido.
Vamos a suponer que TV Azteca tiene razón cuando dice que el laudo de la
Corte Internacional de Comercio de París le fue favorable, que los convenios
firmados con CNI en 1998 son válidos y que tiene pleno derecho para comprar
el Canal 40. Vamos a suponer, asimismo, que la ratificación de la sentencia
de la Quinta Sala de lo Civil en el DF del pasado 29 de noviembre,
desconociendo la existencia de dichos contratos, sea peccata minuta, que el
litigio en tribunales mexicanos sea cosa trivial en este conflicto agotador,
asunto que se puede eliminar de un plumazo. Incluso así, ¿puede alguien
hacer lo que hizo el viernes la gente de Ricardo Salinas Pliego sin que su
gobierno reaccione, sin que su gobierno diga nada?

Hoy es el quinto día después de la agresión y no hemos escuchado una palabra
suya, ni del secretario de Gobernación, ni del de Comunicaciones y
Transportes, ni siquiera del procurador. De ahí mi pregunta: ¿puede alguien
contratar a una banda parapoliciaca y sin mandato judicial de por medio
secuestrar a punta de pistola unas instalaciones, agredir a siete personas
(veladores e ingenieros, gente sencilla), desaparecer una señal de
televisión ajena para colocar la propia sin que pase nada? ¿Con qué mandato,
presidente? ¿En nombre de quién? ¿A cambio de qué?

Me resisto a aceptar lo que algunos de mis compañeros en el Canal 40, y
mucha gente fuera del Canal 40, me dice cada vez con más convicción y rabia:
que la invasión de TV Azteca sólo podía concretarse con alguna forma de
complicidad del gobierno, que ellos sólo podían atreverse a agredir así con
una bendición oficial, con un acuerdo implícito de que ellos harían el
trabajo sucio y ustedes permanecerían con los brazos cruzados, viendo pasar
la tarde, divagando sobre la democracia.

Quiero pensar todavía que TV Azteca está retando al gobierno, que en el
mejor estilo de los gángsters les está diciendo: “Yo ya me metí, vengan y
sáquenme si tienen güevos”. Perdón por el término, pero así hablaba usted
hace no mucho tiempo. ¿Se acuerda de esos tiempos en que las poderosas
cadenas de televisión le cerraban las puertas por lépero, raro,
incontrolable, peligroso? Una cosa es sembrar democracia, otra, cosecharla.

Quizá usted recuerde también la etapa de las dictaduras militares en
Centroamérica, cuando los finqueros contrataban o formaban sus escuadrones
de la muerte y los mandaban a destruir a los opositores, a los inconformes,
a los indecisos o llanamente a los tímidos. Recordará las historias de
persecuciones, torturas, violaciones, desapariciones, asesinatos. En algunos
casos, las dictaduras colaboraban con dinero y apoyo logístico para que El
Buitre Justiciero o El Ejército Secreto Anticomunista culminaran
exitosamente sus tareas. En otros hacían lo que los finqueros les ordenaban.
Es decir, la dictadura estaba por delante o por detrás de los criminales,
pero siempre formaba parte del crimen. En ambos casos los crímenes quedaban
impunes y la violencia se regeneraba. Recordará usted a genocidas como
Efraín Ríos Montt, o a títeres bananeros como Romeo Lucas García.
Guatemaltecos despreciados por la historia. Doy por descontado que no son
sus role models.

Supongo, asimismo, que habrá observado el despliegue de propaganda de TV
Azteca, despliegue propio de las malas causas. Supongo que estará al tanto
de este espectáculo de autocelebración en el que ellos repiten una y otra
vez que se hicieron justicia con mano propia. Esta no es una conjetura mía,
la puede constatar en los periódicos de los días recientes. Hoy veo que no
sólo se puede pisotear el derecho, sino que alguien, Ricardo Salinas Pliego,
puede regodearse por ello. Sin que nadie le diga nada, sin que el Presidente
de la República levante una ceja. ¿Qué entiende usted por orden? ¿Qué
entiende por respeto a la autoridad? ¿Por qué se mantiene con los brazos
cruzados? ¿Por qué no le ha ordenado a alguno de sus secretarios, Creel,
Cerisola, el que sea, que cuando menos le digan a los pretorianos de Salinas
Pliego que no griten tanto?

En medio del apabullante, aunque creo que ineficaz ejercicio de propaganda,
me entero que TV Azteca me demandó por recuperar el testimonio de mis siete
compañeros agredidos en el Chiquihuite la madrugada del viernes 27, en la
hora de los cobardes del viernes 27. ¿Cómo le va a justificar, presidente,
digamos que a los corresponsales extranjeros, que un periodista está en la
cárcel por haberle dado forma y resonancia al testimonio de siete personas
agredidas, mientras usted brinda con champaña con el empresario que lo metió
a la cárcel, con el hombre que planeó, financió y dirigió la ocupación
violenta de las instalaciones de una televisora con la que aún sostiene un
litigio en tribunales? Ésas no son paradojas democráticas, son paradojas
dignas de un Anastasio Somoza, Vicente.

Supongo, por último, que usted, la persona mejor informada del país, conoce
en detalle la situación económica, financiera y comercial de Canal 40, y que
sabe que esa empresa no puede esperar meses a que alguien aplique la ley. El
Canal 40 no puede entrar en ese juego perverso del laberinto jurídico, de
las semanas, los meses, los años perdidos. El Canal 40 requiere que la ley
se aplique hoy. Minuto que corre, minuto a favor de los invasores, de la
acción gangsteril que secuestró la planta transmisora del Canal 40. ¿Está
usted amedrentado por las falanges de Ricardo Salinas Pliego? Supongo que
no. ¿Está usted detrás de ellas? No sabe cuánto deseo que no.

Le mando un fuerte abrazo en espera de que este año sea, para ambos, mejor
de lo que fue el horribilis 2002. Vicente: no se puede vivir la democracia
allí donde hemos convalidado la atrocidad.


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