fran ilich on Fri, 19 Apr 2002 14:26:20 +0200 (CEST) |
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[nettime-lat] FW: [multitudes-infos] (texte) versióncastellana texto Quadruppani |
------ Mensaje reenviado De: geert lovink <geert@desk.nl> Fecha: Wed, 17 Apr 2002 08:53:14 +1000 Para: fran ilich <ilich@de-lete.tv> Asunto: Fw: [multitudes-infos] (texte) versión castellana texto Quadruppani muy bueno... saludos de amador Las catástrofes y los desobedientes Carta abierta a cuatro recluidos en Ramala sobre el terror de Estado globalizado y los medios de sabotearlo Serge Quadruppani Queridos amigos, estáis encerrados en vuestro apartamento de Ramala y yo os escribo tan pronto desde París como desde Roma. Mi libertad de movimientos contra vuestro "arresto domiciliario". Nuestros intercambios -¿pero acaso no es ésta la costumbre entre las dos orillas del Mediterráneo?- son resueltamente desiguales: yo os he enviado algunos documentos y un saludo fraternal, mientras que vosotros, en los correos que me llegan por mediación de Resister!, ofrecéis un testimonio precioso, irreemplazable en su singularidad, nos hacéis partícipes de una experiencia de resistencia a la lógica de odio que conoce un nuevo momento de auge en Oriente Próximo, y vuestras voces son las únicas, como os digo, en las que podemos escuchar "el eco de los sin voz, de esas mujeres, hombres, niños, sometidos al terror de Estado israelí". Ayer por la noche, cené con algunos amigos italianos y franceses, una de esas cenas agradables y sin tensiones que espero que tengáis pronto la ocasión de volver a tener. No había allí presente más que gente de buena voluntad y sensibles a las injusticias, indudablemente de izquierdas. Hablamos un poco de todo, pero no de Palestina. Sin embargo, yo intenté poner el tema encima de la mesa en dos ocasiones, la segunda en forma de una lúgubre provocación: manteníamos una discusión de lingüistas sobre el término "faisandé" [manido] y yo hice una broma sobre el estado de un número incalculable (literalmente, porque el censo está de hecho prohibido) de cuerpos palestinos hoy sin vida y sin sepultura. A falta de más reflexión, veo dos razones del fracaso de mis tentativas. La primera, la peor, es ciertamente la que prevalece en mucha gente, en Europa y Occidente: el sentimiento de que la situación es compleja y que un horror generalizado, indiscriminado, afecta al conjunto de "Oriente Próximo", es decir, Israel y Palestina. Ese horror tendría que ver con el "extremismo", el de Sharon por un lado, el de los terroristas por otro. Ahora bien, me parece que una adquisición de la reflexión crítica sobre la historia del siglo XX es que, por mucho que nos repugne identificarlos, hay grados en el horror. La situación de los israelíes que viven el terror de los atentados suicidas es atroz. Pero un mínimo de humanidad y de razón obliga a reconocer que esa situación es de todos modos bastante más confortable que la que conoce hoy la población palestina sometida a las exacciones de un ejército de ocupación que multiplica las palizas, las humillaciones, los asesinatos de civiles, las ejecuciones sumarias, las redadas, los bombardeos, los pillajes, las destrucciones de casas y de infraestructuras de la vida cotidiana, secuestros de heridos en los hospitales, internamientos masivos y torturas. La vida cotidiana de los israelíes sigue siendo hoy día infinitamente más habitable que la de los palestinos, antes incluso de la ofensiva de Sharon, que no es más la multiplicación, la intensificación hasta lo insoportable, de lo que el gobierno de Israel hace vivir desde hace casi sesenta años a las poblaciones palestinas. Las responsabilidades de los políticos palestinos son grandes. La corrupción desenfrenada de la Autoridad Palestina ha contribuido seguramente al estado de miseria de una población que tenía sin embargo muchas bazas (sobre todo en su diáspora a menudo rica y educada). Pero, confinada como está, en una situación de apartheid, sometida a la arbitrariedad del ejercito, a la penetración en su territorio de colonias en expansión y a las provocaciones de los colonos fanáticos, ¿tenía la sociedad palestina la posibilidad de ajustarse a las normas de la modernidad democrática? ¿Podía hacer otra cosa que tensar todas sus fuerzas contra el ocupante? En realidad, que haya podido haber Organizaciones No Gubernamentales que denuncien las detenciones arbitrarias y las torturas de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina o que hayan podido existir asociaciones no confesionales activas en ese pueblo, es ya un milagro que no hace sino dar fe de sus recursos. En esas condiciones, el estribillo "Israel, única democracia de Oriente Medio" suena como un disco rayado, una provocación penosa: una democracia muy parecida a la que reinaba en la sociedad blanca de África del sur en tiempos del apartheid. La lógica del martirio que se ha apoderado de una buena parte de la población palestina es, en todos los sentidos, insostenible e indefendible. Insostenible e indefendible para nosotros y por nosotros, sensibles espectadores. Insostenible e indefendible para el "hombre de la calle" israelí, nuestro semejante. Insostenible e indefendible también para los palestinos, nuestros hermanos. En primer lugar, evidentemente, porque son atentados que buscan la masacre, actos de terrorismo en el sentido propio del término, respuesta artesanal al terror institucionalizado de Israel, pero respuesta de terror al fin y al cabo. Y que, como toda política basada en el terror, marcada por los surcos del odio, siembra la cizaña de la venganza para el porvenir y contribuye desde ya mismo al desarrollo del terror de Estado, a la lógica seguritaria mundial, a la identificación de la resistencia palestina con el nuevo Satán planetario: el terrorismo y su famoso "eje del Mal". En segundo lugar, porque se trata de atentados suicidas y, por lo tanto, sean o no perpetrados por gente con influencias religiosas, están cargados de un oscurantismo mortífero y de futuras opresiones. Una política que encuentre en el odio y la exaltación de la muerte su principal fuerza no podrá dar a luz una sociedad en la que merezca la pena vivir. Pero hay que constatar que la población israelí, a excepción de una valiente minoría, se había instalado en una esquizofrenia que afectaba a todos los se vieron conducidos a pasar de Tel Aviv, de sus modernos bares, sus discotecas, sus calles alegres y concurridas, a los territorios ocupados sometidos a las exacciones y humillaciones de la ocupación militar. El hecho de que una buena parte del pueblo palestino vea en los atentados suicidas la única solución para sacar a los israelíes de su cómodo rechazo a contemplar la opresión en la que descansa su sociedad (cuando no se trata de simple racismo), que el martirio sea la única orientación que una chica joven de 17 años sueñe con asumir en el linde de su vida, es una horrible tragedia. Pero, a riesgo de ahogarse en lágrimas de cocodrilo, la condena que se lanza en Occidente debería acompañarse de esta otra cuestión: en la noche en la que se ha hundido a este pueblo, ¿qué otra solución le queda? ¿qué otra vía se ofrecía a esa chica? ¿qué hemos hecho nosotros para abrirle una? No hemos hecho nada. He aquí la segunda razón que explica la sordera de mis compañeros de cena, ayer por la noche: "no hemos hecho nada y no sabemos qué hacer": el sentimiento de impotencia se agrava a medida que tomamos conciencia de la amplitud de la catástrofe en curso. A pesar de los 30.000 manifestantes en París y de un número sin duda equivalente en Roma y en otros muchos lugares del mundo, la inercia predomina en la mayoría de esos europeos ilustrados que fueron capaces de movilizarse por otras causas. El próximo sábado, la izquierda italiana que se había ausentado de la manifestación el sábado pasado (en nombre de una seudo-equidistancia del terrorismo y el "extremismo" de Sharon), participará en una nueva "ronda" de negociaciones con el ministerio de Educación para defender la enseñanza, después de haber defendido la justicia, la televisión y la radio estatales. En esa defensa de instituciones corroídas por la evolución neoliberal a la que ella misma evitó cuidadosamente oponerse cuando estaba en el poder, la impotencia de la izquierda se mostrará a los ojos de todos en su actividad predilecta: dar vueltas en círculo. En Francia, ¿cuántas personas de las decenas de miles que salieron a la calle para exigir la regularización de los sin-papeles saben que el problema no se ha resuelto, sino todo lo contrario, con las leyes Chevènement? ¿y cuántos, sobre todo, han dado un giro seguritario junto a Chevènement y Jospin? Desde la bala que atravesó el cráneo de Carlo Giuliani en Génova en julio del 2001, pasando por la crisis de la "nueva economía" y el desplome de torres que dominaban el imaginario del planeta, hasta la entrada de los tanques en Ramala, la conciencia de que se anuncian tiempos difíciles no deja de progresar. Contra la recesión, la economía de guerra. Contra el cuestionamiento del poder imperial de los organismos transnacionales y del mando estadounidense, la cruzada contra el "eje del Mal". Contra la crisis de las periferias en todo el mundo, la lógica seguritaria, la fábrica del odio. Con toda probabilidad, en los meses y años por venir, la vida será más dura y más fea. Esto es lo que se llama "profecía autocumplida": la desalentadora conciencia de las desgracias por venir contribuye a que vengan. A ese sentimiento de impotencia ante la "carrera hacia el abismo" (por retomar un titular de Le Monde), se añade un factor que se repite cada vez que se trata de criticar a Israel: la acusación de antisemitismo. Al igual que, cada vez que se cuestiona violentamente la política del estado israelí sus partidarios se esfuerzan en cerrar las filas de la comunidad. Como lo habéis mostrado vosotros con la cita de aquel experto extraída del diario Haarezt, siempre intentan dar la impresión de que la existencia misma del Estado de Israel está amenazada: "Stephen Roth, del instituto para el estudio del racismo y el antisemitismo contemporáneo (Universidad de Tel Aviv), ha advertido hoy, en el curso de una conferencia de prensa, que la ola actual de antisemitismo es la peor que azota al planeta desde la Segunda Guerra Mundial. Los investigadores afirmaron que el problema no se limitaba a la violencia y el vandalismo. Explicaron que resultaban especialmente inquietantes las declaraciones realizadas en los medios de comunicación, e incluso en círculos intelectuales y gubernamentales, en particular en Europa Occidental". Como decís, "los medios de comunicación occidentales, ¿acaso estamos soñando?". Ese alarmismo interesado se apoya sobre los actos judeófobos que se han registrado últimamente, como el ataque a las sinagogas en Francia. La mayor parte, como dice Théo Klein, antiguo presidente del Consejo Representativo para las Instituciones Judías en Francia, y como lo corrobora la detención de los que pirómanos de Montpellier, son actos de gamberrismo. Pero resulta innegable que existen sentimientos antijudíos en los ambientes simpatizantes de la "causa palestina", en particular aquellos marcados por el integrismo. Por supuesto, es vital oponerse a toda expresión de ese género y no manifestar jamás la menor complacencia hacia ellas, aunque sea en nombre de la "unidad" (yo mismo me he visto obligado a reaccionar frente a una caricatura de Sharon difundida por la red, ambigua como poco). Es vital por una razón táctica: evitar la deslegitimación de un combate justo. Pero es vital sobre todo por una razón de fondo. No se pueden denunciar los crímenes racistas de la Tsahal (1) aceptando otra forma de racismo: sobre esto, nunca hay que temer repetirse. La declaración de los escritores árabes aparecida en Le Monde el día 10 es bienvenida. Porque todos lo sabemos y entendemos: la memoria de la empresa de exterminio emprendida por los nazis contra los judíos en tanto que judíos permanece todavía dolorosamente viva. Esto debe hacernos estar más atentos al peligro de las asimilaciones polémicas. Hablar de "genocidio" a propósito de la operación en curso en Cisjordania es falso (2): a pesar del horror de lo que allí ocurre, a pesar de las masacres, no se trata de una operación de eliminación física de la totalidad del pueblo palestino, sino de una sangría de sus fuerzas vivas, llevada a cabo con todo el cinismo necesario, de una destrucción de su juventud, de sus combatientes y cuadros más decididos. Se puede hablar sin duda de un "sociocidio": se trata del sueño delirante, cruel y felizmente irrealizable de someter a una población a la anomia, a la desorganización, con el fin de provocar una descomposición de la sociedad, de reducirla a una agregación de grupos fáciles de reprimir y reformar. Dos observaciones, de todos modos: 1. Los organizadores de las manifestaciones a favor de Palestina no han esperado a mis consejos, al menos en Francia, para oponerse a las ambigüedades. En la más grande de todas, no hubo ningún desliz. 2. No hay ola de antisemitismo ni en Francia, ni en Italia ni en ningún país de Europa occidental. Cualquier persona honesta estará de acuerdo en ello, pero está claro que la condena del judeicidio nazi y del antisemitismo forman parte de los elementos básicos de la conciencia común. Pero tal y como señalan los firmantes de un llamamiento (3) publicado por el periódico Le Monde: "Los dirigentes israelíes y los portavoces comunitarios usurpan la memoria colectiva del judeicidio y acometen una tergiversación de la herencia cuando pretenden hablar en el nombre de los judíos del mundo entero". Y justamente porque la oposición al antisemitismo sigue siendo un elemento básico de la conciencia colectiva en Europa occidental (no diríamos lo mismo de algunos países de la antigua Europa del este), el desvío y la usurpación que supone convocar una manifestación "contra el antisemitismo y a favor de Israel" ha funcionado a pleno rendimiento. En Francia, cien mil personas apoyaron esa asimilación de un Estado en trance de desarrollar una guerra de terror con la causa universal de la lucha contra el antisemitismo. El desvío y usurpación añadido al consenso unánime en torno a la cruzada contra el terrorismo explican sin duda la extrema prudencia de los medios de comunicación. Algunos ejemplos, simplemente para ilustrarlo. Durante y sobre todo al final de la manifestación pro-israelí del domingo pasado, los fascistas de Bétar y de la Liga de Defensa Judía procedieron a verdaderas ratonnades (brutalidad ejercida contra los magrebíes), moliendo a palos a algunos árabes y negros. ¿Podemos imaginar la indignación, muy legítima, que se hubiera apoderado de los medios de comunicación si la víspera, durante la manifestación pro-israelí, alguien la hubiera tomado con judíos? El episodio tuvo sin embargo una cobertura mínima. Y como se trataba de la LDJ, Le Monde recordó que su fundador, el rabino neoyorquino Kahane, había sido asesinado por un palestino, ¡pero olvidó precisar que fue destituido de su cargo de diputado israelí por racismo antiárabe! En Roma, durante la manifestación pro-palestina, algunos responsables comunitarios habían calentado tanto el ambiente que las calles que rodean a la sinagoga (que los periódicos llaman "el ghetto") estaban repletas de policía y de grupos de defensa judíos. No sólo era un fantasma completamente ajeno al espíritu de la manifestación, sino que la bandera más aplaudida por los manifestantes era aquella en la que se leía "judíos contra la ocupación". Señalemos, por último, que el noticiario de RAI-2 recoge simplemente la terminología de la Tsahal y habla de "operaciones antiterroristas" para designar la campaña en los territorios. Desamparo ante la ofensiva imperial, incapacidad de pensar tanto las formas del terror en Oriente Medio como las de los peligros racistas y antisemitas, sumisión a las prioridades mediáticas dominantes: no les faltan razones a los representantes de la izquierda europea para quedarse en casa. Ante la catástrofe, sólo saben permanecer destrozados. Afortunadamente, todavía hay gente que piensa que otro mundo es posible. La intervención de las misiones civiles, de los activistas internacionales, "Action for Peace" y otros "desobedientes", ha introducido en este conflicto una novedad absoluta, rica en promesas para el porvenir. A comienzos de los años 80, los Glucksmann, Kouchner y otros Sartre envejecidos, confrontados al éxodo de los boat-people vietnamitas, se movilizaron en torno al eslogan "hay que salvar los cuerpos". Así, anunciaban el ascenso del humanitarismo, esa derrota de la política, que pretendía ocuparse de los cuerpos reducidos a su sola dimensión biomédica, como seres separados, sustraídos de sus relaciones sociales, de sus solidaridades, de su historia, de sus combates. Al no haber participado en la resistencia a la opresión, vendan las heridas de los derrotados. Los desobedientes acudieron a Palestina para salvar cuerpos, lo que les distingue de la solidaridad abstracta del izquierdismo ordinario, pero cuerpos en todas sus dimensiones, es decir, con sus relaciones sociales, sus sueños, sus raíces y sus deseos de moverse. La presencia de los desobedientes, ya sea en la forma de una manifestación (apoyo a los desertores encarcelados, manifestación reprimida en Jerusalén por la policía montada) o de una interposición (en el hospital de Ramala, en Gaza), contribuye a salvar vidas, cosa que la justifica ya por completo. Pero ha ido claramente más lejos. Contribuye a despejar otro camino que no sea el de los atentados suicidas, a sacar a la sociedad palestina del cara a cara mortífero que busca Sharon. En efecto, la estrategia de Sharon, si es que puede atribuírsele alguna, es sin duda la de desembarazarse de las contestaciones laicas, una estrategia ya utilizada en los territorios árabes y musulmanes y que ha rendido los frutos que ya conocemos en Argelia, Afganistán, etc.: Sharon se esfuerza para no tener frente a sí más que un enemigo fácilmente demonizable; en este caso, los integristas. El hecho de que los palestinos encuentren una solidaridad concreta en gente venida de Marsella, Perugia o Nueva York para oponerse activamente a las exacciones de la Tsahal no puede sino animar los intercambios subversivos, es decir, los que transforman a los dos bandos en conflicto. Mediante el recurso a esas nuevas técnicas de comunicación (móviles, videos, aparatos digitales de fotografía, Internet) que manejáis tan bien, queridos corresponsales, esa presencia contribuye a desarrollar una conciencia crítica mundial. La gente como vosotros que cuenta la realidad cotidiana de la invasión palestina nos permite captar la unidad creciente del mundo, y del terror que en él se hace reinar. Leyendo vuestras descripciones sobre el comportamiento del ejército israelí, me parece volver a leer los relatos sobre las exacciones rusas en Chechenia. Como dicen los desobedientes en el documento que traduje y os envié, están interviniendo "en el corazón de la guerra global permanente". Podríamos señalar a los aficionados a la integración social republicana que José Bové, al penetrar en el cuartel de Arafat, ha hecho más por la integración de las periferias en la patria del Roquefort que mil contratos locales de seguridad. El presidente de la Autoridad Palestina defendido por los antiautoritarios, el apologista del sacrificio de sangre (véanse sus declaraciones a las televisiones árabes, próximas a la histeria: sin duda el momento era difícil) socorrido por los pacifistas: son demasiadas paradojas para mí. Prefiero pensar en esas dos mujeres, una joven y otra no tanto, de las que me ha hablado con admiración un cámara recién vuelto de los territorios ocupados. Sin notoriedad particular, esas dos mujeres llevaron al extremo la táctica de los desobedientes (utilizar las contradicciones de la "única democracia en Oriente Medio") acompañando ambulancias durante 48 horas sin tregua, blandiendo sus pasaportes franceses frente a los cañones de los tanques que las apuntaban. Ellas y sus semejantes están viviendo un curso de formación acelerado sobre la brutalidad del mundo y la belleza del deseo de cambiarlo. Todavía no hemos acabado de sopesar lo que representa su intervención. Pero una cosa es segura: esa gente, vosotros incluidos, con vuestra humanidad obstinada, representáis, al lado de los palestinos que resisten, una buena razón para no desesperar ante la catástrofe en marcha. Para los desobedientes, para los pacifistas, así como para vosotros, que estáis allí desde ya hace tiempo, permitidme repetir la conclusión de último mensaje: cuidaros, sobre todo nada de heroísmo inútil: Palestina y nuestro planeta entero están llenos de héroes. Lo que más necesitamos es coraje, humor y amor. Es evidente que no os faltan. Os necesitamos. Serge Quadruppani participa activamente en la red antiautoritaria francesa No Pasarán y es autor de varios libbros y novelas negras. Una nota biográfica: http://www.metailie.info/reponses/bio.asp?IDauteur=205 Traducción: Universidad Nómada 1. Esto es, el ejército israelí. NdT. 2. De igual modo, es indispensable oponerse a los eslogans (como los que vi en una manifestación italiana) del tipo "SSionistas aSSesinos": todos los sionistas no están de acuerdo con Sharon (por ejemplo, los reservistas que rechazan servir en el ejército en los territorios son sionistas). Y los sionistas, de todas formas, no son SS, Tsahal incluido: ¡no había objetores de conciencia entre los SS!. 3. "¿Apoyar a Israel? ¡No en nuestro nombre!", aparecido en Le Monde el 6 de abril. Traducción castellana: http://acp.sindominio.net/article.pl?sid=02/04/08/0913229 . . m u l t i t u d e s - i n f o s ................................ 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