félix on Thu, 4 Oct 2001 06:10:32 +0200 (CEST)


[Date Prev] [Date Next] [Thread Prev] [Thread Next] [Date Index] [Thread Index]

[nettime-lat] La única salida es la violencia



La única salida es la violencia
Osvaldo Bayer
La Haine

¿Violencia, sí o no? (Una discusión necesaria) se titula un
pequeño compendio del filosofo alemán Günther Anders que ha
convocado a una polémica filosofico-cultural inesperada en
una intelectualidad centro-europea resignada que recuerda el
68 como algo que no podrá volver, que no quiere mirar hacia
atrás a la violencia desesperada de los años 70 de la
Baader-Meinhof, que se ha cansado de hacer toda clase de
acciones pacifistas contra el Estado Atómico y contra la
sociedad antiecológica del consumo y el despilfarro. ¿Y por
qué esa polémica ahora? Porque Günther Anders, el pensador
pacifista por excelencia, el moralista, ha escrito a los 85
años, con sus dedos que apenas puede mover por la artritis:
"La única salida es la violencia".

Nacido en 1902, fue soldado en la Primera Guerra Mundial a
los 16 años; alumno de Husserl y Heidegger, ya en 1928 es
uno de los más audaces denunciadores del hitlerismo como
producto del capitalismo alemán, y en 1933 debe marchar al
exilio con su mujer, la filósofa Hannah Arendt (la autora de
La banalidad del mal, Poder y violencia, Eichman en
Jerusalén). En Estados Unidos trabajará como obrero en
fábricas y allí experimentará el significado de la
dependencia del hombre a la técnica. En 1950 regresa a
Alemania donde seis años después publicará su obra
fundamental: Lo anticuado del ser humano. Visita Auschwitz y
dirá: "Si se me pregunta en qué día me avergoncé
absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en
Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos,
de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de
maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado
también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y
me sentí -ya que no había sido un preso en Auschwitz porque
me había salvado por casualidad- sí, me sentí un desertor".

En el idioma alemán hay una palabra común para poder y
violencia: Gewalt. Y Günther Anders estudia sin pausa cómo
la técnica va ganando cada vez más poder (violencia) sobre
el ser humano. Después de Auschwitz, Anders visitará
Hiroshima. Para él, después de Auschwitz, el paso esperado
de la ecuación poder-violencia. Escribe al piloto del avión
que arrojó la bomba atómica, Claude Eatherly, internado en
un hospital de veteranos, un paria pero también una víctima.
La correspondencia entre el filósofo alemán, el pacifista, y
el aviador norteamericano fue publicada. Un documento del
miedo, de la irracionalidad, de la desesperación. A raíz de
ese breve tomo, Günther Anders es calificado de "persona no
grata" en los Estados Unidos. Se lo califica de "comunista".

El poder-violencia de Auschwitz y Hiroshima no se detendrá
allí para el filósofo Anders. La tercera etapa estará dada
por el sistema de la sociedad de consumo que no sólo
envenena el medio ambiente, los ríos, el mar, los bosques
sino que divide al mundo en países en la opulencia y países
en la miseria. Una sociedad de consumo que aplica la energía
atómica para más autos, más armas, más cemento, más turismo,
más idiotización con productos superfluos, pero al mismo
tiempo más poder, mientras más violencia, más hambre, más
subdesarrollo, más dependencia en los países no
industriales. Y el mundo del "socialismo real" ante el temor
de quedarse en definitivo atraso tecnológico - y además por
su idolatría por la técnica- entregó también su alma al
diablo del Estado atómico. Para Anders, las estaciones hacia
el fin de la humanidad comenzadas con Auschwitz (la
destrucción sistemática y anónima del ser humano), con
Hiroshima (cuando el ser humano se apercibió de que sólo
bastaba apretar un botón) se completa con Chernobyl (nombre
representativo para Harrisburg, y todas las demás
catástrofes ecológicas habidas en la última década) donde el
hombre pierde el dominio sobre el poder-violencia y se
auto-mata en un holocausto de irracionalidad, obstinada
estupidez y avaricia.

Manfred Bissinger, biógrafo e interprete de Günther Anders
señala: "Los temas de Anders giran constantemente en torno
al problema de cómo la técnica gana cada vez más
poder-violencia sobre el ser humano. Nos lo explica en sus
tres tesis fundamentales, que son: que el hombre no está a
la altura de la perfección de sus productos; que produce más
de lo que puede imaginarse y responsabilizarse, y que cree
que todo lo que es capaz de producir puede hacerlo y no sólo
eso, debe hacerlo".

En los años sesenta y setenta Günther Anders junto con
Heinrich Böll, el obispo Scharf, el teólogo Gollwitzer, el
filósofo Ernst Bloch y otros encabezaron el gran movimiento
pacifista alemán contra el estacionamiento de los cohetes
atómicos norteamericanos en territorio germano. Ellos
estuvieron también en las grandes acciones pacíficas contra
las centrales atómicas. Veinte años de labor no sólo teórica
sino acompañando esa teoría con la acción pacífica. En 1983
Günther Anders recibió el premio Theodor Adorno, el más alto
galardón de la filosofía alemana. Fue en Francfort, en la
iglesia de San Pablo, símbolo de la Revolución de 1848. Le
tocó en suerte al burgomaestre de esa ciudad, un demócrata
cristiano, Walter Wallmann, precisamente enemigo a muerte de
las ideas del filósofo, entregarle ese premio. El político
dijo: "Honramos aquí al filosofo Günther Anders porque él
nos contradice, nos advierte constantemente, nos sacude".
Anders le respondió: "Soy sólo un conservador ontológico, en
principio, que trata de que el mundo se conserve para poder
modificarlo".

Hoy, a los 85 años escribe un nuevo libro, sobre el tema de
siempre: el monopolio del poder (violencia), la no-violencia
(no-poder) y las formas de combatir la violencia (poder).Su
libro lleva el título exacto, igual que su estilo despojado
de todo ritual o adorno: Estado de sitio o legítima defensa.
En ese título está todo el gran debate: poder del Estado
contra el derecho natural del individuo a defenderse.
Violencia del Estado contra violencia individual. "Estado de
emergencia en defensa de las instituciones" y frente a eso:
"derecho del individuo a revelarse". Democracia de mayorías
y democracia de base.

Ante una pregunta, Anders solicita ser sólo "un filósofo de
la barbarie". La barbarie del mundo actual: Auschwitz,
Hiroshima, Chernobyl. Su frase: Hiroshima está en todos
lados", de los años cincuenta se ha convertido en "Chernobyl
está en todos lados". ¿Cómo impedir la muerte del planeta?
Para él -que ensayó todas las armas de la resistencia no
violenta- queda una sola arma: la violencia. Anders reniega
de su maestro Ernst Bloch y de su Principito Esperanza. No
queda tiempo para la esperanza. Esperanza es un pretexto
para la no acción, es una forma de cobardía.

Es incomprensible -para él- la incomprensión de los
políticos. "La incomprensión misma de los hombres
inteligentes y esclarecidos. El mundo no está amenazado por
seres que quieren matar sino por aquellos que a pesar de
conocer los riesgos sólo piensan técnica, económica y
comercialmente. Ante eso, todas las legislaciones del mundo
-hasta el derecho canónico- no sólo permiten el empleo de la
violencia en defensa propia sino que hasta lo recomiendan.
Hemos visto que con entregar rosas y nomeolvides a las
policías -que no podían recibirlas porque tenían el garrote
en la mano- ni con listas de firmas ni solicitadas, ni con
interminables marchas, ni con canciones, ni con teatros, no
alcanzamos nada. No sólo es anodino sino hasta estúpido, por
ejemplo, hacer huelgas de hambre para lograr la paz atómica.
Con las huelgas de hambre se logra precisamente sólo eso:
tener hambre. A Reagan y a su "lobby" atómico no le interesa
si nosotros comemos un sándwich de jamón más o menos. No son
acciones serias, sólo son "happenings". No son acciones, son
apariencias. Una cosa es aparentar y otra es ser. Los que
hicimos esas acciones creímos haber traspasado la frontera
de la mera teoría, pero éramos sólo actores, en el sentido
teatral. Hacíamos teatro por miedo a actuar verdaderamente.
Teatro y no-violencia son parientes muy cercanos".

Palabras muy duras. ¿Desesperación u honestidad consigo
mismo? Al hacer esas declaraciones el filósofo alemán sabía
el riesgo. No sólo legal -por incitación a la violencia-
sino social e intelectual, por las autodefensas del orden
constituido. Pero Anders profundiza el tema en su estilo
directo, de diálogo socrático: "La violencia no sólo está
permitida sino también legitimada moralmente en tanto es
usada por el poder reconocido. El poder se basa
permanentemente en la posibilidad del ejercicio de la
violencia. Para cada alemán fue sobreentendido marchar a la
guerra para coparticipar de la violencia, para ser
co-violento. Quien participó de esa violencia no hizo otra
cosa que "cumplir con su deber'. Con la orden del poder no
sólo está permitido ser violento sino mucho más: hay que ser
violento. A nosotros los que actualmente sólo nos proponemos
como meta impedir toda violencia se nos reprocha que
perseguimos el caos con nuestra desobediencia civil, sí, a
nosotros que queremos llegar al estado ideales de la
no-violencia, a lo que Kant llamaba 'la paz eterna'. Una
cosa debemos tener en claro: nuestra meta jamás tiene que
ser la violencia. Pero que la violencia -cuando sólo con su
ayuda se puede imponer la no-violencia- llegue a ser nuestro
método, eso nadie nos lo puede negar".

Y después agregará las palabras inesperadas, que tanta
discusión han originado. Anders dijo:
"De todas maneras considero ineludible que nosotros a todos
aquellos que tienen el poder y nos (un nos millones de
veces) amenazan, los asustemos. No nos queda otro camino que
contestar a sus amenazas con amenazas y hacer inefectivos a
todos aquellos políticos que con toda irresponsabilidad y
por intereses egoístas llevan al mundo a la muerte. Ojalá
que la amenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos".

Günther Anders no confía más en los medios pacíficos, no
cree más en la democracia de partidos: "Después de la gran
victoria de los medios masivos de comunicación no existe más
la democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener
una opinión propia y al mismo tiempo poder expresarla. Por
ejemplo yo viví catorce años en Estados Unidos y nunca pude
expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y
desde que la población del mundo se halla como exorcizada
frente al televisor, se la alimenta, a cucharadas, con
opinión. La expresión "tener opinión propia" ya no tiene
sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseen
ya ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera
consumen opiniones ajenas. Se los engorda con sistema. Y los
gansos engordados a sistema no 'consumen'. La televisión es
un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual
se puede expresar la propia opinión, entonces la democracia
se ha convertido en imposible a través de los medios masivos
de comunicación, porque cuando no se tiene algo propio
tampoco se lo puede expresar".

"El ser humano -continúa Anders- ya no puede llegar a la
mayoría de edad. Más bien es un ser- siervo porque sólo oye
y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la
relación permanece unilateral porque no puede responder. Esa
servidumbre es característica para la falta de libertad que
se ha construido a través de su propia técnica y que se
revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado la
figura del 'eremita masivo'. Porque si bien se halla solo
frente a su radio o televisor, recibe el mismo 'pienso' (en
doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él
consume en la soledad es el alimento de millones." 

Por último, renegando de su admirado maestro Ernst Bloch,
dice Anders: "Esperanza es un sinónimo de cobardía. ¿Qué es
en sí esperanza? ¿Es la fe en que todo puede mejorar?¿O es
la voluntad de llegar a algo mejor? Aún nadie ha realizado
un análisis de la esperanza. Ni Bloch, siquiera. No, a la
esperanza hay que impedirla. Todo aquel que espera, deja la
obligación en otra instancia. Esperanza es nada más que la
renuncia a la propia acción".

En un reportaje posterior, publicado en el diario de los
alternativos y verdes antiautoritarios alemanes, Günther
Anders responderá aún con más claridad a la pregunta: "¿Es
suficiente la protesta no violenta?" Dirá: "No hay un método
alternativo, no hay otro que la amenaza -si queremos la
sobrevivencia de nuestra generación y queremos asegurar la
existencia de las generaciones posteriores- contra todos
aquellos que insisten en continuar con hacer peligrar la
vida humana con la producción atómica (es lo mismo si con la
guerra o con el denominado 'uso pacífico') y siguen
rechazando todas las ofertas de detenerla; no hay otra
alternativa, decía, que comunicarles a esos hombres con toda
claridad que tanto uno como el otro deben considerarse
piezas de caza. No hay que vacilar en eliminar a aquellos
eres que por escasa fantasía o por estupidez emocional no se
detienen ante la mutilación de la vida y la muerte de la
humanidad".

¿Sabía el despierto filósofo que con ello, con ese extremo,
se podía iniciar una revisión de métodos? ¿Qué el movimiento
antiatómico, antiarmamentista, anticonsumista y ecologista
comenzaría a buscar otros medios, que debía dejar de tocar
la guitarra, de repartir flores y de firmar petitorios? 

Y no se equivocaba: empezó la polémica. Empezaron las
respuestas. Algunas indignadas, otras comprensivas. Marcadas
por la rabia de la impotencia, sorprendidas por el desafío
del viejo sabio, o indignadas por su provocación. Pero
incapaces de mostrar alternativas que no se hayan probado
ya.

(La socialdemocracia alemana había terminado drásticamente
con los sueños de los años sesenta: cuando fue gobierno se
fabricaron más armas que nunca, se llevó a la perfección su
integración al industrialismo consumista. De Brandt a
Schmidt, y éste con sus disyuntivas de hierro: energía
atómica para quedar en carrera de competencia, o desastre
económico por pérdida de mercados; venta de armas o
desocupación (venta de submarinos a la dictadura de los
generales argentinos o desocupación en los astilleros de
Emden). Por supuesto siempre el "mal menor" (en paso
irreversible hacia el mal mayor). La elección: energía
atómica y venta de armas. ¿Qué había hecho el socialismo
francés cuando gobierno?: tanto o más explosiones atómicas
en el atolón de Mururoa (eso sí, lejos de París) y más
producción de armas que nunca. El socialismo español de
Felipe González y su modernidad: prepara todo para lograr la
conexión definitiva al mercado común europeo, a la sociedad
de consumo; las leyes sociales no deben impedir la capacidad
de competencia: España ya disputa mercados de armas. En la
oposición fueron la esperanza, las grandes palabras. En el
gobierno, los mejores alumnos de conservadores y liberales.) 

La reacción del teólogo y socialdemócrata Heinrich Albertz
(ex burgomaestre de Berlín que renunció a su cargo cuando su
policía mató al estudiante Benno Ohnesorge) contra Günther
Anders fue de una ira incontenible: "Quien públicamente
incita a la violencia, debe estar preparado para marchar él
mismo hacia el fuego. Eso Günther Anders -a quien tomo muy
en serio- no lo va a poder hacer. Pero cargará con la
responsabilidad de que cada terrorista en el futuro va a
justificar su acción en su filosofía".

El escritor Hark Bohnm escribió así a Anders: "El éxito de
su llamado a la violencia podría reducirse a esta ecuación:
después de Kennedy vino Johnson, después de Johnson vino
Nixon".

El politólogo Jürgen Dahl comparte el pesimismo de Anders
pero no su desesperado llamado a la violencia. ¿Podemos -se
pregunta- esperar algo en un sentido terrenal y sensato?
¿Qué podemos esperar frente a una amenaza atómica producida
por reactores y cohetes, una ineludible catástrofe
climática, una muerte de las especies de todo el planeta,
una onda global de envenenamiento que cada vez sigue
proclamando que todo será cada vez mejor si se le permite
ser cada vez más omnipotente? La sagrada ira nos acomete
cuando vemos qué poco podemos esperar porque la industria y
la política y el comercio y el egoísmo se intrincan cada vez
más profundamente en dependencias y en la presión de las
circunstancias que a su vez van produciendo cada vez más
estragos. La gran empresa Mundo, tal cual está organizada
actualmente, aguanta y tolera pequeños cambios en los
miembros pero ninguna gran modificación en la cabeza. Sí, es
cierto, que los equipos de reparación trabajan
constantemente, pero refuerzan sólo los mecanismos de
protección y no dicen que cada mecanismo de protección sólo
anuncia lo que después ocurre. ¿Qué es lo válido entonces:
diagramar una nueva forma de organización para la gran
empresa Mundo y llevarla a cabo? Pero todo lo que puede
obrar en esa dirección nuestra actividad -medido en el todo-
tiene apenas un efecto ridículo, tan espectacular como le
pueda aparecer a los participantes directos. Tener confianza
en la actual adición de pequeñas mejoras es mentirse a sí
mismo en tanto prosigue la diaria destrucción". (Los
demócratas cristianos y liberales siguen marchando
optimistas con sus Mercedes o sus BMW por entre bosques
secos y montañas de basura siempre creyendo que el remedio
de todos los males es la economía de libre mercado; los
socialdemócratas creen que la gran solución está en el
reciclaje de los residuos; la prédica de los verdes tiene
lugar en el desierto si se tiene en cuenta que la jungla de
los medios de comunicación los hace aparecer como miembros
de una secta fuera de toda realidad.) 

"El intento de salvar al mundo por medio del reciclaje de
residuos -continúa Dahl- tiene en el mejor de los casos un
valor didáctico pero es justo la coartada que necesitan los
que producen basura, para seguir produciéndola. Los
argumentos más racionales no son escuchados; las
proposiciones más convincentes son archivadas, los pedidos
más vehementes son rechazados y entonces, cuando por fin se
desborda la rabia de la desesperación aparece la policía y
ya sólo con su presencia da a conocer que las formas de vida
que el 'poder elegido por el pueblo' ha ordenado como
correctas al parecer sólo pueden ser defendidas e impuestas
no con argumentos sino con ayuda de palos, camiones
hidrantes y pistolas lanzagases". (Es el mismo Poder que
condena a dos meses de prisión a un joven que tiró una
piedra en una manifestación contra Reagan, pero deja libre
de toda condena a los ejecutivos de una empresa química que
con sus ácidos residuales lanzados al Rhin ocasionó un
desastre ecológico con millones de peces muertos y otros
daños incalculables para la naturaleza y la población).

Confiesa, por último, Jürgen Dahl que él no puede dar
recetas, pero que la violencia que aconseja Anders sólo
traería el fortalecimiento de la violencia del Estado. La
única resistencia del individuo es seguir denunciando este
estado de cosas y tratar de esclarecer y formar una opinión
pública; es lo que él llama "su pequeña esperanza". "Pero -
finaliza- debo reconocer que hasta yo he perdido ya esa
pequeña esperanza. Tal vez alguien la haya encontrado; que
la conserve y la comparta con nuevos que lleguen. Y como no
sabemos a ciencia cierta lo que va a suceder, a pesar de que
ya no tenemos ninguna esperanza, debemos seguir haciendo
algo. Por respeto a nosotros mismos".

El físico atómico profesor Robert Jung -uno de los más
decididos combatientes contra el "Estado atómico"- da la
razón a Anders e interpreta su paso a la violencia como la
necesidad de una creciente energía en el movimiento
pacifista y antiatómico. Propone como primer paso la
exigencia de un "desarme interno" de la Alemania Federal. Es
decir, que las fuerzas de represión y del "orden" vayan
desarmándose poco a poco, al mismo tiempo que se eliminan
paso a paso todas aquellas técnicas industriales que
amenazan la vida y la libertad. "El movimiento ecologista y
de la paz -escribe- no tiene armas actualmente. Pero si la
'otra parte' no atiende sus reclamos sino que al contrario,
como al parecer proyecta en el futuro va a actuar con más
fuerza represiva, será ella la culpable de un aumento de la
violencia que puede llegar hasta la guerra civil." 

Contra la "pequeña esperanza" de Jürgen Dahl, los argumentos
de Günther Anders son esta ironía histórica: "En 1986, 'Año
de la Paz' de las Naciones Unidas, fueron gastados en
armamentismo 900 mil millones de dólares. Eso significa que
por minuto se gastan 1,7 millones para armas y equipos
militares y represivos. En las fábricas de armas trabajan en
todo el mundo 100 millones de personas".

La diputada del Partido Verde, Petra Kelly -una de sus
cabezas pensantes- aceptó todos los conceptos del filósofo
Anders pero no estuvo de acuerdo con su llamado a las
acciones violentas. Ella defendió la no violencia y la
desobediencia civil como únicos métodos reales y posibles.
"No violencia no es cobardía -sostuvo- y repito las palabras
de Mahatma Ghandi:
'No-violencia es todo lo contrario de cobardía. Puedo
imaginarme un hombre armado hasta los dientes que en el
corazón es un cobarde. En la posesión de armas está
escondiendo el elemento del miedo, hasta el de cobardía. En
cambio la no-violencia es imposible cuando no es intrépida'.
Nos hace falta mucha fantasía social -agregó Petra Kelly-
nos hacen falta métodos de acción no violentos que aún no
hemos probado y nos faltan todavía una serie de seres
humanos a los cuales tenemos que convencer." 

En El fin del pacifismo, Günther Anders responde al
argumento de Petra Kelly sobre la no violencia de Ghandi.
"¿Fue la no-violencia de Ghandi sólo un 'happening'? Mucho
me temo que sí -se responde- desde el punto de vista de la
historia del mundo. ¿O acaso podemos considerar de otra
manera la fotografía del desnudo Ghandi tejiendo a mano,
difundida millones de veces, sino como un 'happening'
comparable al de los pobres tejedores de Silesia que
destruyeron los telares? Ghandi no pudo detener la
industrialización ni siquiera tocar la miseria de castas de
la India. No, lo que él sostenía era 'tal vez podemos de
alguna manera ejercer resistencia a pesar de que no
obtendremos el poder y con él el poderío necesario para
'obrar'. Es decir que lo importante no era para él la
no-violencia como tal (como único principio permitido, o
como único método moral, o meta moral) sino la eventualidad
muy débil de a pesar de no tener armas poder igual ejercer
resistencia. Lo fundamental, pues, en él no es la aceptación
del 'sin' (sin armas) sino del 'a pesar' (a pesar de no
tener armas)".

El historiador y ensayista Erich Kuby es uno de los pocos
que apoyó a Günther Anders y hasta va más allá que él:
"Cuando era niño, la guerra era vista aún como la única
acción de asesinato en masa legítima y aprobada por la ley.
Hoy no es necesaria una guerra para lograr una acción de
asesinato en masa en una escala mucho mayor. Pero los dueños
del poder no hacen nada contra el peligro total; al
contrario, hacen todo lo posible para agrandarlo cada vez
más. Siguen construyendo nuevas plantas atómicas y no
desvían los miles de millones de dólares, que se gastan para
subvencionar la industria atómica, en el desarrollo de
soluciones alternativas. Además, continúan siendo solidarios
con una potencia mundial incontrolable que se sigue
preparando para la guerra atómica. Los asesinos potenciales
no están entre nosotros sino sobre nosotros y sólo por la
razón de que millones de corderos los votan, divididos en
social-cristianos, liberales y socialdemócratas. Como
emplean principios democráticos como material
propagandístico de juego, no tienen nada en contra de que de
vez en cuando algunos griten: '¡esto no nos gusta nada!". Al
contrario, eso es bueno y además no molesta para nada a los
de arriba. Pero el primer embozado que arroje una piedra, es
calificado de criminal y va al calabozo. Cuando ocurra en
Alemania el primer Chernobyl -y sólo Chernobyl- serán
algunos cientos de miles de estos llamados 'criminales' que
se lanzarán a la calle. El ejército comenzaría a actuar.
Pero por lo menos esta discusión se actualizaría, saldría
del medio intelectual, y se haría más popular. Claro, de
cualquier manera, de acuerdo a las circunstancias actuales,
todo aquel que guiado por su conciencia realice actos de
violencia individuales, no podrá cambiar nada. Pero que en
el futuro no se ponga su nombre a calles, como ejemplo, de
eso no estoy tan seguro. Desgraciadamente estoy muy viejo
para hacer apuestas, pero lo haría y por la cantidad más
alta, que en el año 2050 habrá un lugar dedicado a Ulrike
Meinhof para recordarnos sus propuestas". (Ulrike Meinhof
fue la guerrillera del grupo Baader Meinhof que participó de
actos terroristas contra la ayuda de Alemania Federal a los
Estados Unidos en la guerra de Vietnam y contra el
capitalismo en general).

El físico Klaus Vack rechaza "el método de Anders de la
violencia para llegar a la meta de la no violencia" y señala
que el único método que puede llevar a ese fin es la
"escalación no-violenta de la desobediencia civil", pero no
dice cómo difundir esa desobediencia civil ante los pueblos
sin contar con los medios de comunicación. Para llegar a la
desobediencia civil en una sociedad acostumbrada a no
renunciar a nada se necesita partir de una gran catástrofe,
como una guerra perdida o un peligro de vida o muerte.

Discípulos de Anders basaron su respuesta al maestro en el
lema: "Tanto la violencia de abajo como la no-violencia como
meta necesitan de la racionalidad". Karl Jaspers había dicho
ya en la década de los cincuenta, todavía con la experiencia
del nazismo en sus espaldas: "¡Qué fatalidad cuando el ser
humano de buena fe renuncia a la violencia porque cree en la
no-violencia! ¡Lo único que logra es ser superado en forma
más radical por la violencia!" 

En un largo análisis titulado La verdad en el error de
Günther Anders, el profesor Klaus Meyer- Abich señala que
"si bien la advertencia desesperada del filósofo, su llamado
a la violencia, no es ninguna salida para la humanidad, sí
agudiza nuestra conciencia. Su error contiene la verdad como
la piedra la escultura que el escultor va a hacer de ella".
"¿Acaso Anders ha magnificado el peligro?" se pregunta.
"Nada de eso. Nadie puede estar seguro en un mundo donde la
vida está diariamente amenazada por las armas atómicas, las
catástrofes de los reactores, los accidentes químicos y más
que todo por el 'funcionamiento normal' de la economía
permitida por el Estado. (Mientras en Alemania Federal se
secan los bosques por los gases de los vehículos, este año
se han batido todos los récords de producción de
automóviles). La democracia parlamentaria se ha mostrado
ineficaz en resolver el problema. La mitad más uno de sus
representantes siempre tienen detrás de sí un poderoso
lobby. Con ella no es posible lograr un 'derecho al país, al
terruño' que vaya por encima del derecho a la propiedad
privada". (En el pasado año murieron en el río Elba inferior
doscientas toneladas de peces -es decir varios cientos de
miles de peces- por acción de la central atómica de ese
lugar que produce energía para la producción de artículos de
consumo en su mayoría superfluos. La ley defiende la
propiedad de mi auto por no al pez de todos. En las
democracias industriales el voto popular elige al auto. Los
parlamentos eligen al auto, al egoísmo.) 

¿Debemos resignarnos a la impotencia? Klaus Meyer-Abich ve
el único camino en "desendurecer al sistema", "desendurecer
a la sociedad industria". Con violencia sólo se logra más
endurecimiento del sistema. Sólo queda - para él- el camino
de la "acción extrapartidaria", la acción
"extraparlamentaria". No dejar todo el mando en los
"representantes" sino intentar más democracia. Creer más en
la voz del vecino que en la de los "notables". El cambio
tiene que iniciarse en los barrios y no en los parlamentos.

Es decir, Meyer-Abich vuelve al Anders de los años sesenta.
La discusión termina allí, donde había comenzado. En el
mismo lugar donde la habían interrumpido el siglo pasado
positivistas, liberales, conservadores, anarquistas y
marxistas. Claro, esta vez con menos lugar, mucho más cerca
del precipicio, con un mundo infinitamente más chico.

El viejo filósofo no quiere volver a ensayar lo que ha
fracasado. Sabe que no va a lograr tomar ni la Bastilla ni
el Palacio de Invierno. Pero ha logrado revivir en toda su
dignidad el derecho a la rebelión, a la sagrada violencia de
los oprimidos. Tan denigrada en los últimos años, víctima de
una aplastante propaganda del establishment. Ha llegado el
momento de desertar del rebaño sonriente y plantear a los
lobos un diálogo diferente.

¿Y qué papel juega en todo esto el Tercer Mundo? Es un
rebaño flaco y afligido que corre para poder comer las
sobras que le deja el rebaño gordo al cual nunca alcanzará.
Pese a los espejismos que pintan a veces sanguinarios lobos
uniformados y otras veces amables perros de librea. Hasta
ahora comen las sobras los que llegan primero; los
retrasados -y son cada vez más- comen cada vez menos. Hasta
que estos últimos se den vuelta y comiencen a recorrer su
propio camino.

El viejo filósofo Günther Anders se ha despedido del sueño
de llegar al socialismo antiautoritario y ecológico a través
del camino de la razón. A los 85 años ya no saldrá a poner
bombas. Pero por lo menos le ha dado un puntapié al
conformismo.

Berlín, agosto 1987
(Transcrito por Tota para La Haine del libro "Rebeldía y
Esperanza") 

----------------------------------
Correo enviado desde http://ozu.es
No dejes tus ahorros en cualquier sitio:
http://ingdirect.ozu.es
----------------------------------



_______________________________________________
nettime-lat mailing list
nettime-lat@nettime.org
http://www.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat