ingrassia/colovini on 28 Nov 2000 11:05:45 -0000


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NOAM CHOMSKY

Estados Unidos y los DD. HH.

Al interior de las sociedades industriales adineradas, el nivel de
proteccisn
a los derechos humanos es por lo general bastante alto, en tirminos
comparativos. Las mas serias violaciones tienen que ver con conductas mas
alla
de sus fronteras. Las mas extremas entraqan participacisn directa en
atrocidades horrendas o su respaldo: por ejemplo el involucramiento de
Washington en las guerras de Indochina que arrojaron millones de muertes y
tres pamses en ruinas, ademas de los miles que siguen muriendo cada aqo como
resultado de pertrechos de artillerma sin estallar o por efecto de la guerra
qummica. Otro ejemplo son las guerras estadunidenses de los 80 en
Centroamirica que arrojaron cientos de miles de torturados y mutilados y
millones de refugiados, viudas y huirfanos. En este caso Estados Unidos hizo
caso omiso del dictamen de la Corte Mundial que le ordenaba detener este
"uso
ilegal de fuerza'' y pagar reparaciones sustanciales a las vmctimas.


Segzn Lars Schoultz, el principal especialista en violaciones a derechos
humanos en Latinoamirica que involucran a Estados Unidos, la ayuda
estadunidense "tiende a fluir desproporcionadamente hacia gobiernos
latinoamericanos que torturan a sus ciudadanos [...] o hacia los egregios
violadores de derechos humanos fundamentales en el hemisferio''. Aparecido
en
1981, su estudio incluma datos del gobierno de James Carter. Serma superfluo
un estudio semejante que cubriera los aqos de los gobiernos Ronald
Reagan-George Bush. La tendencia continza bajo el rigimen de Bill Clinton:
el
principal beneficiario de ayuda y entrenamiento militar estadunidense es
Colombia, donde los militares y sus socios paramilitares apilan un
expediente
tan alarmante en violaciones, que es el peor del hemisferio.


Mas azn, Estados Unidos (junto con el Reino Unido y otros) respaldaron con
entusiasmo a Saddam Hussein durante los periodos de sus peores atrocidades y
sslo se tornaron contra il cuando desobedecis srdenes --incluso
inmediatamente
despuis de la Guerra del Golfo le brindaron apoyo tacito en sus matanzas de
rebeldes chiitas y kurdos. En Indonesia, Suharto llegs al poder en 1965 con
la
masacre de cientos de miles de personas, en su mayorma campesinos sin
tierra,
lo que represents "una espeluznante carnicerma de masas'' en palabras del
New
York Times, que pass a ensalzar a los "moderados'' que propiciaron este
"rayo
de luz en Asia'', uniindose asm al aplauso que resons en todo el espectro
polmtico ante la peor masacre desde el holocausto.


Suharto logrs uno de los peores niveles del mundo en violaciones de los
derechos humanos. Invadis y se anexs ilegalmente Timor Oriental matando en
el
camino a una cuarta parte de su poblacisn, pero conts siempre con un fuerte
respaldo de Occidente. Entre tanto, convirtis su rico pams en un "paramso
para
inversionistas'' que fueron opacados sslo por la corrupcisn y el latrocinio
rampantes de la familia Suharto y sus socios. No obstante, Clinton alabs a
Suharto llamandole "nuestra clase de persona'' cuando visits Washington.


Al igual que Saddam, Mobutu, Ceaucescu, Ferdinand Marcos, Duvalier, Somoza,
Trujillo y una enorme lista de pandilleros y asesinos, Suharto perdis el
favor
de Washington znicamente cuando dejs de representar el papel que le
asignaron,
y cuando perdis la capacidad de controlar a la poblacisn.


Esta es la punta del iceberg. Es muy importante que la gente demande y luche
en favor de derechos oficialmente proclamados, pero es comzn que los
poderosos
usen estas proclamas como armas en contra de otros. La gente debe luchar en
favor de estos derechos pero sin hacerse ilusiones en torno a los sistemas
de
poder y aquellos que los sirven.


El encabezado de una de las notas principales de la edicisn del New York
Times
del 29 de junio de 1998 (que reportaba el llamado de Clinton a los
dirigentes
de China para que protegieran los derechos humanos) rezaba: "El presidente
califica ciertos derechos como universales''. El matiz "ciertos derechos''
es
correcto. La norma generalmente aceptada de derechos humanos es la
Declaracisn
Universal de los Derechos Humanos (DU), y se considera "ley internacional
habitual'' en las cortes estadunidenses. Pero a contrapelo de la retsrica,
Estados Unidos asume una posicisn altamente relativista en lo que respecta a
la Declaracisn Universal de los Derechos Humanos. Aun formalmente, asume
sslo
"ciertos derechos'' de los enumerados en tal documento.


En concreto, Estados Unidos sostiene que los derechos socio econsmicos
contenidos en la DU no tienen validez alguna. Son, en palabras de la
embajadora estadunidense ante Naciones Unidas, Jeanne Kirkpatrick, "una
carta
a Santa Claus''. "Ni la naturaleza, ni la experiencia o la probabilidad
alimentan estas listas de `prerrogativas', las cuales no contienen
restriccisn
alguna salvo las del alcance y apetito de sus autores''.


Por razones semejantes Estados Unidos ha rechazado la Declaracisn del
Derecho
al Desarrollo, de Naciones Unidas, que sostiene "el derecho de los
individuos,
los grupos y los pueblos a participar en, contribuir a, y a disfrutar un
desarrollo polmtico, econsmico, social y cultural continuo, en el cual todos
los derechos humanos y las libertades fundamentales puedan cumplirse a
plenitud.'' "Estos no son derechos'', informs el embajador de Washington,
Morris Abram, a la Comisisn de Derechos Humanos de Naciones Unidas: las
propuestas son un "recipiente vacmo'' y "parecen disparatados''; incluso una
"incitacisn peligrosa''. Estados Unidos, unilateralmente, vets la
Declaracisn
del Derecho al Desarrollo, rescindiendo de hecho el artmculo 25 de la DU,
que
el documento en cuestisn parafrasea con bastante aproximacisn. Es un hecho
que
las practicas estadunidenses guardan marcadas inconsistencias con las
previsiones socio-econsmicas de la DU.


Ciertamente que Estados Unidos se exenta de todas las previsiones de la DU,
al
no firmar convenciones facultativas diseqadas para instrumentar estas
previsiones. La Convencisn de los Derechos de los Niqos, por ejemplo, ha
sido
ratificada por todos los pamses excepto Estados Unidos y Somalia. Lo que es
mas, las pocas convenciones ratificadas se consideran inaplicables en
Estados
Unidos (y se les juzga como no "autoejecutables''). Esto no es cualquier
cosa:
las organizaciones de derechos humanos han enfatizado una y otra vez que las
practicas penales y de justicia criminal en Estados Unidos --al igual que
muchas de sus practicas laborales-- violan las convenciones internacionales.


A diferencia de lo ocurrido con las previsiones socioeconsmicas, Estados
Unidos dice asumir los derechos civiles y polmticos enumerados en la DU.
Pero
de nuevo los sujeta a consideraciones unilaterales. En Estados Unidos, la
mas
famosa de estas previsiones es el artmculo 13 (2) de la DU, que afirma que
"toda persona tiene el derecho a abandonar cualquier pams, incluido el
propio''. Antes del colapso de la Unisn Soviitica, este principio se
invocaba
cada aqo en el Dma de los Derechos Humanos (el 10 de diciembre), con
manifestaciones e indignadas condenas a la Unisn Soviitica por su rechazo a
permitir que se marcharan los judmos. En estas ocasiones, sin embargo,
siempre
se omitma la frase "y retornar a su pams''. La significacisn de estas
palabras
omitidas fue expresada el 11 de diciembre de 1948, un dma despuis de la
ratificacisn de la Declaracisn Universal de los Derechos Humanos, cuando la
Asamblea General de Naciones Unidas aprobs por unanimidad la Resolucisn 194,
que afirma el derecho del pueblo palestino a retornar a sus hogares o a
recibir compensaciones si decidman no regresar. Tambiin se omite el hecho de
que aquellos que exhortaban a los tiranos soviiticos a cumplir el artmculo
13
(2) eran los mas dedicados oponentes de este artmculo. Este rito anual
simboliza con bastante precisisn las actitudes de las ilites hacia la
universalidad de los derechos humanos: los derechos son operativos cuando
los
poderosos los declaran, un principio elemental que se oculta con despliegues
impresionantes de hipocresma y falsificacisn.


Debemos darle a Clinton el cridito de retirar la hipocresma en este caso
particular. Durante la sesisn de Naciones Unidas celebrada en diciembre de
1993, el gobierno de Clinton revirtis por vez primera su polmtica oficial y
se
unis abiertamente a Israel en su oposicisn a la Resolucisn 194. Como
siempre,
no hubo reporte ni comentario. Al menos queds atras la inconsistencia: la
primera mitad del artmculo 13 (2) ha perdido su relevancia y ahora
Washington
rechaza oficialmente la segunda mitad.


Estados Unidos rechaza tambiin el artmculo 14 de la DU, que afirma que "toda
persona tiene el derecho a buscar y disfrutar de asilo en otros pamses en
casos de persecucisn.'' De nuevo, es facil adivinar la racionalidad
implmcita
en la postura estadunidense. Para mencionar tan sslo un caso: por mas de 20
aqos Estados Unidos bloques virtualmente el flujo de refugiados de Haitm,
forzando a los que human a regresar a las manos de asesinos y torturadores
brutales --quienes por lo general recibman respaldo abierto o tacito de
Washington--. Una vez mas, hay que dar cridito a quien lo merece. Esta
"polmtica de refugiados, irresponsable, reprensible e ilegal'' (como la
llams
America's Watch) se rescindis por unos meses en 1991 cuando Haitm disfruts
de
un breve momento de democracia, para gran preocupacisn de Washington que
intents minar el rigimen democratico y revirtis su polmtica de asilo. El
flujo
de refugiados disminuys casi a nada en aquellos momentos de esperanza, pero
los refugiados haitianos gozaron de niveles de asilo sin precedentes en
Estados Unidos. La practica retorns a sus condiciones habituales despuis del
golpe militar que reinstals el terror.



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