ingrassia/colovini on 3 Nov 2000 10:00:29 -0000 |
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[nettime-lat] Pensar un nuevo internacionalismo |
Pensar un nuevo internacionalismo [Ezequiel Adamovsky] El capitalismo necesita y produce dos tipos de espacio: uno transnacional –el del movimiento del capital--, y otro restringido al ámbito nacional –el de la soberanía y la política--. El capital tiende a moverse libremente por todo el mundo, mientras que los trabajadores y su poder ciudadano quedan encorsetados en espacios nacionales. Desde muy temprano la tradición socialista comprendió, entonces, que la lucha anticapitalista sería internacionalista o no sería. Por eso se fundaron las primeras Internacionales obreras que, como es sabido, fracasaron: perdieron la batalla contra la tentación de refugiarse en la identidad nacional. La Batalla de Seattle del año pasado, junto con las varias movilizaciones que siguieron y que están programadas, muestran la primera lucha internacionalista en décadas. Tras las movilizaciones que se vienen sucediendo hay redes de organizaciones de base de varios países, que organizan y difunden las actividades contra la globalización capitalista, junto con valores específicamente internacionalistas. Pero se trata de un internacionalismo diferente del anterior, por varios motivos. En primer lugar, ningún partido político tuvo algún papel relevante en este resurgimiento. Quienes impulsaron todo esto fueron sindicatos y asociaciones varias militantemente no-gubernamentales. Sus formas organizativas son horizontales, laxas, en red, sin liderazgos, abiertas, sin instancias secretas, sin burocracias, sin división entre trabajo intelectual y organizativo; no exigen exclusividad de sus miembros ni proponen la unidad como algo deseable o necesario. Sus consignas y su ideología son bastante simples, adaptadas a las posibilidades del momento, y establecen relaciones de cooperación con otras asociaciones similares. Es segundo lugar, proponen un sujeto político diferente. No suponen que el sujeto político esté pre-constituido, sino que saben que su emergencia es fruto de un trabajo cultural y de la negociación de diferencias entre varios grupos heterogéneos. A diferencia de la política tradicional de izquierda, en estos nuevos movimientos no se percibe un grupo social que reclame una prioridad, o un lugar central en la lucha emancipatoria. En las organizaciones y movilizaciones conviven de igual a igual los obreros y sus sindicatos, ecologistas, feministas, campesinos, activistas de derechos civiles y humanos, minorías sexuales y étnicas, ligas de consumidores, intelectuales, estudiantes, etc. En la lucha en conjunto cada grupo –en la medida en que ninguno se considera el redentor de la Humanidad--, tiende a negociar diferencias y reconocer como legítimos los reclamos de sus compañeros de lucha. De este modo, el sujeto social que resulta de esta práctica emancipatoria es distinto de lo que cada uno era al principio: es algo más que la suma de las partes. Por todo esto, las organizaciones que participan de estos movimientos, en cierto modo, generan una subjetividad internacionalista y anticipan en sus prácticas el tipo de sociedad del futuro: una sociedad no alienada, igualitaria, solidaria, abierta y en la que las individualidades tienen la mayor autonomía para su autodesarrollo. Esto está en las antípodas de la mayoría de partidos de izquierda, cuyas prácticas no sólo generan una subjetividad alienada, narcisista, autoritaria y cuasi religiosa, sino inclusive nacional. En efecto, al dedicar el 90% de sus energías a presentarse a elecciones en el nivel nacional, refuerzan la idea de que lo político se juega principalmente en ese ámbito. No sorprende entonces que lo de Seattle y lo que le siguió les haya pasado y les siga pasando a esos partidos completamente inadvertido. Alguno de los partidos a los que aludo podrá decir que soy injusto, y recordarme que se esfuerzan permanentemente para reconstruir la Internacional. Pero, a esta altura, el fracaso del intento número 700 de recrear la Cuarta Internacional debería indicarles que hay algo que ya no funciona en su propuesta. Es necesario, en este contexto, repensar radicalmente las formas de hacer política y terminar de una vez por todas con los partidos-máquinas de guerra o los partidos-cazavotos: ambos suponen que ya existe la tropa, o que ya hay a quién representar. De lo que se trata, por el contrario, es de organizar la lucha cultural, la creación y difusión de valores socialistas e imágenes de la sociedad futura en las luchas concretas, que es el único modo en que se constituirá un sujeto emancipatorio, algo que nunca va de suyo. Para esta tarea, las jerarquías rígidas, la unidad-de-la-izquierda, etc., y la mayor parte del universo cultural de la izquierda partidaria actual resulta irrelevante. La experiencia del nuevo internacionalismo también muestra irrelevante la confianza de ciertos intelectuales posestructuralistas en el mágico surgimiento de una “novedad radical”, de “lo irrepresentable” como única vía hacia la emancipación. Por el contrario, Seattle mostró lo que un trabajo serio de organización y lucha cultural es capaz de alcanzar. En este momento, quizás lo fundamental dentro de esa lucha cultural es reforzar las tendencias actuales en el sentido de promover una subjetividad transnacional, que reconozca la necesidad de salirse del corset mental nacional para ampliar el ámbito de la política más allá de los estados nación. El problema de la lucha contra la ‘globalización’ es que fácilmente se puede interpretar en clave nacional, como una lucha de ‘nosotros’ contra un enemigo ‘de afuera’. Esta situación resultó evidente en el acto contra el FMI que organizó la CGT disidente el 31 de mayo. Lo que podría haber sido una manifestación en sintonía con las luchas antiglobalización descriptas, resultó todo lo contrario. No sólo no se aprovechó para convocarla en una de las fechas acordadas globalmente, sino que toda la puesta en escena –empezando por cantar el himno al principio--, contribuyó a interpretarla como una manifestación de ‘Argentina’ contra ‘los banqueros extranjeros’. La prueba más cabal es la bolsa de gatos que se reunió allí: desde los partidos de izquierda, los trabajadores, y sus representantes más radicalizados, hasta menemistas, el vicegobernador de Bs As, Chiche Duhalde , Rico y Béliz. Hasta el propio presidente expresó una cierta simpatía por la movilización. Es evidente que la manifestación sirvió más para reforzar el espíritu nacional que para combatir al capitalismo global. Apropiarse del sentimiento antiglobalización desde una perspectiva anticapitalista –y no nacionalista--, dependerá de que sepamos organizar un trabajo cultural en ese sentido, que muestre que la globalización no viene ‘de afuera’ sino ‘de adentro’. Por eso entristece ver que algunos reconocidos intelectuales de izquierda, a contramano de las tendencias y necesidades actuales, planteen el problema en términos ‘Nación’ vs. ‘los enemigos de afuera’. En un texto firmado, entre otros, por O. Bayer, D. Viñas, L. Rozitchner, E. Grüner, H. González, R. Angel y C. Ferrer, en Reunión nº 7, se plantea que “lo que está en juego” es “el destino de una nación”, y que las políticas del FMI –las culpables--, son una “planificada estrategia de dominio imperial” de los EEUU y los países de Europa. Es realmente una lástima que justo en este momento algunos intelectuales de izquierda se dejen atrapar por razonamientos que siguen poniendo el énfasis en ‘lo nacional’ contra ‘lo extranjero’, en lugar de pensar la explotación global de los trabajadores a manos de un sistema y una clase dominante también globales. _______________________________________________ nettime-lat mailing list nettime-lat@nettime.org http://www.nettime.org/cgi-bin/mailman/listinfo/nettime-lat